SIN PRIVACIDAD
¿ÉXODO ESPIRITUAL?
Trae el diccionario el significado de
la palabra éxodo: “Emigración de un pueblo o de una muchedumbre de personas.”
Pero a veces, me da por simplificarla. Dentro del maremágnum creado por los
cambios, permutas, cambalaches de la época en que nadie es dueño siquiera de su
personalidad, en que surgen patronos del pensamiento al que todos se deben
alinear, para no quedar fuera de la fila en que se agrupan, es cuando un
sentimiento de insubordinación y de compleja amargura, instiga a buscar en lo
recóndito del pensamiento un alejamiento del apiñamiento y, solo, como llegó,
ir buscando en la distancia borrosa, el asentamiento ideal para levantar el
reducto, en que sus ideales queden a salvo
El muro retenía la libertad, no importaba su parte física; estaba
siempre ahí. Decían en voz baja: lo peor estaba adentro de ellos. Su mente
habitaba cada vez más reprimida y lo peor, se habían aclimatado al silencio. Un
día lluvioso, cansados de limitaciones, estallidos, represión y hambre, tomaron
el morral de la ilusión hecho con fibras de rebeldía y empezaron el éxodo.
Sabían que el horizonte estaba repleto de sombras, que la desigualdad era el
tapete rojo amortiguador de las pisadas de los déspotas habitantes del castillo
flotante. Al frente se encontrará la autonomía o la continuación del mutismo.
¿Serían acogidos por otros pueblos o, el final de sus vidas estaría al dar el
siguiente paso? No contaban con la indolencia acomodada en el corazón de
quienes aún cargan el estigma del sufrimiento.
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