CASA YA DESTRUIDA
Los campos se han ido quedando solos,
en los arados no se ve el recatón, la chimenea no despide humo al cielo, la
vaca no llega hasta la chambrana esperando el ordeño; la niña de trenzas y de
mejillas rosadas se asoma con miedo a la ventana del tugurio y los abuelos
están cansados de llorar. Los ojos no columbran desde la cima en que revolotean
las águilas, la extensión del universo, el cruzar invisible del viento trayendo
el aroma de flores silvestres; los turpiales no llegan a cantar en la platanera
ejecutando melodías, cual barítono perdido en la montaña; las palomas no
currucutean en el alar de bahareque emigraron a la cordillera del frente, el
viejo tiple instrumento melodioso llamador de enamoramientos, en noches
tachonadas de luceros, ha empezado arreglar los corotos para abandonar el
habitad. El olor de suculento sancocho de gallina cocotera que expedía la
cocina negra de humo de leña, lo tapó la pestilencia de la pólvora brotada de
los fusiles, que ordenaban abandono de la querencia. Se desperdigaron los
ancestros, cayó de rodillas la honestidad, se fue de bruces la fidelidad
volviendo añicos la virginidad y las trenzas adornadas de flores las trozó el
ambiente de ciudad. Los arados en que el sudor caía para ser simiente virtuosa
del nacimiento de las hortalizas, queda maniatada ante la voracidad de la
maleza. El recuerdo cansado de intimidación, se sienta a la vera del camino, a
ver pasar las mulas cargadas de esperanzas muertas, a mirar la rueda del
trapiche inmóvil y sin la dulzura de antaño; trocha abajo un hilo rojo recorre
los socavones…