MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 7 de agosto de 2019

COCTEL DE AÑORANZAS


BARRIO VILLA NUEVA COPACABANA

No se puede acusar al esplendor de los años y menos al recuerdo, por el disfrute de irsen cada que les dé la gana de paseo de ‘olla’ por el pasado. Es como esos viajes no planeados que siempre son los mejores. Cualquier día emprenden el éxodo y llegan hasta la imponente iglesia de Copacabana. Las bancas atiborradas de niños, todos vestidos con limpieza y recatos; se escuchan murmullos, se aspira olores gratos perturbados por alguna pestilencia escapada de algún fundillo de niño que disfruta de las flatulencias; se escucha la voz de señoritas encargadas de diciplinar a los párvulos, el sonido de una campanilla y la entrada en acción el cura coadjutor y empieza el catecismo. Preguntas, respuestas a grandes gritos. Entrega de unos papelitos blancos como el alma, con una cruz en alto relieve, prueba innegable de la asistencia.

En algún domingo o día de fiesta atravesado, llegaba por encanto aquellos benditos bazares. Debajo de la inmensa torre de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción se movían las señoronas del pueblo, sí, esas, que andaban de pipí cogido con los curas. El lugar iba cogiendo hermoso colorido. En el centro tamaña mesa de comedor cubierta de blanquísimo mantel con bellos bordados, que parecía los pensamientos de San Luis Gonzaga; de las cuatro columnas que sostiene la majestad del campanario y las cuatro caras del reloj, colgados llamativamente toda clase de cachivaches a donde iban a caer los ojitos posesivos de los niños. Una de las damas aristocráticas llamaba para que depositaran unas monedas para tener derecho de introducir la mano dentro de una bolsa roja afelpada, en que unos papelitos enrollados tenían escrito el nombre de lo ganado: Carritos de madera (aún no había plástico), muñecas de trapo, tacitas, cucharitas, confites, pelotas de caucho con el abecedarios o números, loterías, estampitas de santos o bustos de yeso. Éramos los mejores niños que había tenido padre alguno la semana antes del bazar, todo a la espera de que fuéramos recompensados con algunas monedas que quedaban en el carriel del cura Sanín.

Alberto  


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