Hace ya muchos años se celebraba el día del niño en las escuelas y que era el mejor regalo que los maestros nos hacían.
Ese día del niño también se realizaban otros actos con los que gozábamos cómo locos. Los más grandes en compañía de alguno de los maestros se traían una larga y pesada vara de guauda, la que empotraban en el centro del patio, la llenaban de juguetes, ropa y demás cachivaches que a los maestros se les ocurriera. La embadurnaban con grasa de carro o manteca, que la dejaban tan lisa, que ni un gato herrado la podía subir; sin embargo hasta lo más alto se encaramaba uno de mis condiscípulos, siempre sentí admiración por el que lograba la hazaña, los de abajo quedábamos siempre a la espera, de lo que al "mico" se le caía, pescábamos algo que ocultábamos y que casi siempre eran confites.
Foto de Juan Carlos Villamizar.
La carrera de encostalados, en la que sí participaba, dónde nunca gané, -creo que por mi tamaño-. Salíamos cómo locos dando saltos de rana, nos empujábamos hasta caer y el más "vivo" y rápido llegaba a la meta. Más regalos. Lápices, borradores, cajitas muy bellas y en sus estuches estaban las acuarelas, carritos de madera y las famosas loterías.
Claro que no podía faltar la olla de miel. Que consistía en llenar una olla de las más grandes que algún maestro traía de su casa. La miel que en grandes cantidades fueron donadas de alguno de los trapiches, ya del Cabuyal, del Pedregal o del barrio San Juan. Se rifaba entre grupo de niños para saber a quien le correspondía introducir la cabeza y sólo con los dientes coger las monedas que con anterioridad uno de los maestros o algún padre de familia había lanzado al fondo. El que salía ganancioso, ya sin camisa, introducía la "pensadora" y en pocos instantes la sacaba a la superficie sin haber podido sacar ni un sólo centavo. de ésta forma se continuaba hasta que por fin llegaba un héroe que una a una cogía las monedas y todos gritábamos con alegría inaudita. De esta forma pasábamos las horas sin sentirlas, hasta que el rector daba la orden de terminar las festividades y con ese mandato se iban nuestras alegrías, esperando que transcurriera todo un año para volver a hacer los preparativos. ¿Dónde estarán los maestros? ¿Qué se harían los compañeros? ¿Y dónde nuestros juegos juveniles habrán ido a parar?
Woow! no puedo creer lo de la olla de miel..!!! Yo jamás me hubiese atrevido!!! A mí lo que más me gustaba el día del niño era el registro civil, y la alberca de papel que organizaban los maestros. Cercaban con sillas un espacio, y lo llenaban con tiras de papel, globos y pelotas... Que divertidas nos dabamos!!!
ResponderEliminarLástima que ahora los niños solo se entretienen con algo virtual !! :(