Foto AMV. Amigos por siempre.
La mente como potencia intelectual del alma, le da en ocasiones por hacer recorridos por las cajas del recuerdo; algunas oportunidades con el consentimiento y en otras, llegan inconscientemente. Así, vemos en un momento cualquiera al niño que fuimos, aquel de la pelota sucia que recorre las mangas, calles empedradas, que saca de casillas a los ancianos; se siente la algarabía de juegos alocados que perturban la tranquilidad del vecindario, llegan hasta éste lejano presente un poco desdibujadas pero, no tanto, para arrancar una lágrima, por eso, no es extraño ver a un abuelo en cualquier lugar u hora, que con disimulo se frota los ojos enrojecidos y si alguien le pregunta: ¿qué te pasa? la respuesta entre quebrada será: ¡Es el humo del cigarrillo! Si dijera la verdad de su sentimiento, él lo sabe, le dirían que no sea ridículo, que hay que vivir el presente. Pero, ¿cómo presente sin pasado? Calla. La mejor manera de continuar sus divagaciones sin ser objeto de rechazo, es buscar sitios alejados en los que no se encuentre la incomprensión, enemiga acérrima de los recuerdos.
La mente como potencia intelectual del alma, le da en ocasiones por hacer recorridos por las cajas del recuerdo; algunas oportunidades con el consentimiento y en otras, llegan inconscientemente. Así, vemos en un momento cualquiera al niño que fuimos, aquel de la pelota sucia que recorre las mangas, calles empedradas, que saca de casillas a los ancianos; se siente la algarabía de juegos alocados que perturban la tranquilidad del vecindario, llegan hasta éste lejano presente un poco desdibujadas pero, no tanto, para arrancar una lágrima, por eso, no es extraño ver a un abuelo en cualquier lugar u hora, que con disimulo se frota los ojos enrojecidos y si alguien le pregunta: ¿qué te pasa? la respuesta entre quebrada será: ¡Es el humo del cigarrillo! Si dijera la verdad de su sentimiento, él lo sabe, le dirían que no sea ridículo, que hay que vivir el presente. Pero, ¿cómo presente sin pasado? Calla. La mejor manera de continuar sus divagaciones sin ser objeto de rechazo, es buscar sitios alejados en los que no se encuentre la incomprensión, enemiga acérrima de los recuerdos.
Foto AMV. Banda marcial del colegio.
Por el puente empedrado lleno de musgo color verdoso que dan los años y que enlaza el ayer con el hoy, llegan los primeros amores. Camina a su encuentro la niña de trenzas rematadas en una cintilla color rojo a la que por prohibición de los padres, veía detrás de la capilla a la salida de la escuela; aquel ángel que un día lo embriagó con el olor que exhalaba del pañulito que le regaló y que fue el motivo por largas noches de su insomnio. Él sabía que el amor se sellaba con un beso, pero jamás se sintió capaz. Fue el pañuelo el que a diario recibió sus ósculos; un día se desapareció de la forma en que se dejan tirados los juguetes de la infancia ¿Qué pueden saber de esas hermosas sensaciones los que apenas comienzan en el sendero de la vida?
Por el mismo puente y antes de que el sueño lo doblegara, tomados de la mano llegaron sus venerados padres. Los vio tan patentes que quiso abrazarlos, es más, en su rostro arrugado creyó sentir el beso que cada uno le impregnó en la mejilla, ya no fue una lágrima, ésta, se convirtió en un llanto entre cortado. Sí. Sólo me pueden entender aquellos que tienen mi edad.
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