Foto: AMV.
"la edad se apodera de nosotros por sorpresa, sin sentirla llegar". (Francis Bacon)
"la edad se apodera de nosotros por sorpresa, sin sentirla llegar". (Francis Bacon)
En el pueblo no existían panaderías en forma comercial; en algunas casas o tiendas se elaboraba de forma artesanal para el consumo del hogar. Por ejemplo don Zoilo, en su pequeña tienda vendía panes y bizcochos ¡Y qué bizcochos! eran pequeños, tostados y bien horneados, eso hacía que nunca le faltara clientela, sobre todo de niños que con su dentadura fina, hicieran volar al aire pedazos de la harina.
Un buen día, cerca de la fábrica IMUSA, llega una familia compuesta por cuatro personas, padres y dos hijos, venidos del norte del departamento y en su propio hogar le dieran vida a una panadería. Ya le habían puesto nombre: "La Reina". Sí, reina en sabor y variedad de productos. La fragancia se sentía a varias cuadras a la redonda. Cuando se salía de las aulas escolares, al llegar a La Reina, se realizaba una parada para comprar uno de los productos cual era un crocante pastel relleno de arequipe, que se llamaba "encarcelado", no creo que existiera un "preso" tan bueno en muchas leguas a la distancia.
Don Fortunato Muñoz, el dueño de aquella apetitosa mies, era un hombre robusto y de prominente papada, que cuando tenía sus aguardientes encima, cantaba entonado la melodía de Agustín Lara: Granada, en verdad qué lo hacía bien. La panadería se veía a diario llena de personas que compraban los productos para consumir a la hora de los desayunos o en las horas de la tarde en lo que en Antioquia se ha llamado el "algo"; pero la fila inmensa de compradores estaba compuesta por la chiquillería detrás de los endulzados coquetamente y que los dueños amable y diligentemente atendían con sonrisa en los labios, agregándole la frase: ¡Mijo, ahí le eché la encima!
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