"El amor no es mirarse el uno al otro, sino mirar los dos en la misma dirección" (Antoine de Saint)
Cuando se asentaban las raices de un nuevo pueblo por estas breñas de Antioquia, alejada y perdida entre montañas, los colonizadores, buscaban las corrientes de un río, buenos afluentes de quebradas limpias en donde estaban seguros, encontrarían el oro, motivo primordial de su expedición. Tierras ricas en sembradíos y empezaban el asentamiento construyendo en un espacio amplio lo que sería la plaza principal. Allí, iba brotando la capilla, la choza para el cabildo o ayuntamiento, lugar donde se iniciaba las primeras normas. En línea recta a la iglesia, se construían las casas de los señores principales o sea, los de mayor rango entre la colonización. Es por eso, que dicho lugar, era y seguirá siendo, el sitio de privilegio de cada poblado; toda actividad se mueve desde allí.
Fontana. Foto Monografía de Copacabana.
Con el correr del tiempo, aparecen: las cantinas, las boticas, con ellas, los médicos; los almacenes, el teatro; el mercado dominical con sus toldos y ventorrilllos de vituallas; los políticos e historiadores llenan de bustos con personajes fallecidos, algunos sin merecimiento; se siembran arbustos y palmeras como decoración y solaz para quienes ya mayores encuentran en el lugar el punto de descanso. En el centro, no puede faltar la fontana o 'pila', como es llamada por éstos lares, repleto de aguas que sale a borbotones por los picos de de patos o cisnes, conque es decorada; los chorros de aguas cristalinas, cuando el aire de la montaña, hace su aparición, son lanzados en briznas sobre los transeúntes que la reciben como una bendición en horas de calor. Muy junto, no puede faltar el monumento a las madres. Una hermosa mujer con su hijo en los brazos, de mirada abnegada, solícita y amorosa, pintado siempre de blanco, como símbolo de pureza y allí, pegadito a la progenitora de la vida, el libertador, el héroe de la patria; de mirada férrea y altiva; espada desnuda con la que luchó por la libertad, según nos cuentan los libros de historia patria que nos hacían leer desde primero de escuela y en la que muchos dormíamos plácidamente, mientras el profesor se desgañitaba contando hazañas y nosotros soñabamos con el partido de fútbol o con el juego de trompos, unos, otros, estaban a la espera que sonara la campana para ir a casa a tomar chocolate con quesito y arepa caliente.
En el parque principal se desarrollaron nuestras actividades juveniles. Se tomó de la mano la primera novia, bebimos la primera copa de licor; vimos pasar el primer muerto y hemos observado, cómo se destruye el pasado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario