MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

LOS LORITOS DE LA SUERTE.

Masa y máquina de moler.

"Lo esperado no sucede, es lo inesperado lo que acontece" (Eurípides de Salamina).

El domingo, día de mercado en la mayoría de los pueblos, es ver la plaza principal llena de parroquianos. Bajan de las montañas en grupos familiares, campesinos con bultos al hombro o en las enjalmas de las bestias, para vender sus cosechas, ya sea debajo de un frondoso árbol o, al amparo de la sombra del alero de casa con ventanas 'arrodilladas'.

La gente pueblerina se arremolina junto a los toldos en busca de carne: pierna, muchacho, 'entreverada', gorda, hueso de 'caimán', 'calambombo', posta y de otras tantas, tasajeadas del cuerpo de hermoso novillo o de marrano bajero. pero a los muchachos, que les iba a importar esas bobadas. Ellos, tenían la mirada puesta en el árbol de algarrobo, en que paraban los buses de escalera. Con dificultad hacían su arribo, desde la ciudad capital; vendedores de novenas, Cristo doloridos, mil imágenes de la Virgen, camándulas, piedras de candela; venía de igual forma, el vendedor de 'suspiros', solteritas, paletas de variados sabores y los conos de barquillos. Los fogoneros, ayudaban a bajar la parafernalia, de los juegos de azar ('tumbis') de los logreros para dejar sin centavo a los ambiciosos.
caneca para transportar leche.

Sonaba la sirena del Fargo al hacer la entrada. Sí. Allí llegaba el viejito de sombrero, con la caja llena de papelitos en que estaba la suerte; el lorito, que con el pico extraía la boleta en que se encontraban los buenos augurios y todo por módica suma. El anciano se perdía dentro del círculo de seguidores; uno por aquí, otro, más allá; la pequeña ave, no daba abasto y el regalador de suerte, llevaba agradecido hasta su boca al animal para darle un beso, por ser él, la fuente de entrada para sostener la pesada carga familiar.

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