MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 9 de enero de 2013

LO QUE SE AGUANTABAN LOS PADRES.

El peso de los años.


"Los monos son demaciado buenos para que el hombre pueda descender de ellos" (Friedrich Nietzsche)

 El niño en el descubrimiento del universo, se atoja de todo. Sueña con sembrar un árbol en el patio; hacer un lago en un pequeño espacio, llenarlo de peces que salten. Cría de conejos y curíes que retocen emprendiendo veloz carrera y sin barreras o sesgos que atrofien la libertad. Tener el perro que lo ame y lo siga en todas las travesuras. Un gato que duerma arrullado por el ronroneo encima de la mejor cama, después de haber pasado la noche en devaneos amorosos por los tejados vecinos y claro, verlo correr despavorido, cuando el can, lo quiere sorprender, cuando baja a maullar al primer rastrillo de cuchillo. Quiere tener un sol que salga por las mañanas solo en el jardín casero. Que los amaneceres, sean limpios, sin amagos de lluvia, para que sus juegos no se vean interrumpidos. Las noches estén alumbradas por la luna, que con su luz le permita extender el día y contar tirado boca arriba, los luceros a quienes ya le apuesto nombre y los ha hecho sus amigos; en los sueños, retozan juntos andaregueando por constelaciones infinitas buscando seres mitológicos, otros mundos, donde pueda descargar sus fantasías, antes de que sean devoradas por el paso de los años. El hogar era un hervidero de ficciones dispares y confusión de los mayores, sólo su creador sentía el gusto infinito de alcanzar la realización de los ensueños. Brincaba de alegría, al ver los conejos resbalarse sobre el piso liso de las baldosas y lloraba cada vez que contaba los curíes y faltaba uno; había hecho un túnel que le dio la libertad, yéndose a vivir a la vega del río. Un amanecer…todos se habían fugado. El lago se fue secando y el pez daba saltos pero por la falta de aire. Los conejos, empezaron a pasar a mano de otros niños que iniciaban los caminos de nuevas quimeras. Entendió que el sol, la luna y los luceros, no eran de su propiedad. Las cosas que soñó, dieron un vuelco, que aunque quisiera prenderse a ellas, le eran imposible. Luchó como guerrero por sostener ese maravilloso tiempo, pero sus esfuerzos eran en vano. Nada ni nadie podría prestarle ayuda. Se sentó en el quicio de la verdad con lágrimas, se miró internamente y supo que le había llegado la pubertad y ésta, no entendía que pudiera existir un mundo de cosas simples y maravillosas en el corazón de los niños.

2 comentarios:

  1. Es realmente triste, pero muy cierto. Sin embargo como adultos tenemos aún la capacidad de crearnos nuestro mundo de felicidad. Pero solemos ser tan masoquistas, que sentimos preferencia de sufrir por tanto aquejos. Muchos saludos Don Alberto. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Gracias Venuz. Feliz año nuevo para ti y familia.

    ResponderEliminar