MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 17 de abril de 2013

EL DESPERTAR DE LAS PASIONES.

Amores únicos.



la imaginación tiene sobre nosotros mucho más imperio que la realidad” (Jean de la Fontaine).

L
a llegada de la época de la juventud, viene asociada de interrogantes, malestares, incredulidades, cambios hormonales y rechazo a todo lo establecido. No se puede poner en duda, es una etapa de la vida, que conturba, al llenarnos de dudas. Sí sé sabe salir de él, bien librado, podemos darnos por bien servidos. A muchos esos instantes, les hace coger caminos equivocados, que los lleva al fracaso. Es lamentable, encontrar a aquellos con quienes se compartió las escaramuzas de la pubertad, hechos una piltrafa dominados por los vicios o en actividades ilícitas. La sensibilidad del corazón, hace, que broten algunas lágrimas.
El acicalamiento constante de la presentación personal era una rutina diaria. Lociones de fragancia de Flores, atezamiento del cabello, camisa y pantalón bien planchados y zapatos lustrados; ¿para qué? Con el fin de salir a buscar las lindas mujeres que caminaban por el parque; las que salían de la iglesia de mantilla en la cabeza o las que estaban sentadas en las bancas de cemento. Pero llegó un día…en que, desde uno de los barrios altos, descendía una morena escultural; de cintura pequeña y un movimiento de caderas como el de una palmera azotada por el viento; voluptuosa en todo su ser. Hasta ahí, llegó la paz conventual de los mancebos, despertándose en ellos, la pasión a alto voltaje. Todos queríamos conquistarla. Las miradas estaban inundadas de lascivia y caían sobre su cuerpo, como flechas mientras caminaba con aquel andar voluptuoso de Venus criolla, que se iba perdiendo por el sendero y quedaba haciendo estragos en la imaginación.  

Jamás está sólo.

Nada le podíamos brindar…ella, lo sabía. Se dejaba conducir hasta el kiosco para tomarse un refresco sólo por hombres mayores, éstos, devengaban y podían calmar sus gustos ¿qué podíamos hacer? Verla pasar como quien mira llevar dinero al banco, en manos ajenas; lo que no pudo jamás negarnos fue la dicha, de verla acomodar su figura en los taburetes del redondel del kiosco, cuando con la pequeña bata mostraba unas piernas bien torneadas, sin el más mínimo asomo de recato. ¿Para qué más? La fantasía hacía el resto.



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