MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 14 de agosto de 2013

EL ENTIERRO DEL PASADO.

La ciudad vista desde la cordillera.

Lo que entra con la faja, entra con la mortaja (Refranes antioqueños)
No es raro oír decir: “Todo tiempo pasado fue mejor”; el dicho éste, brota constantemente en boca de ancianos, que ven con dolor, como sus costumbres, van desapareciendo, con la llegada de una época nueva, que inclemente desarraiga el prototipo del pasado, pasando por encima del comportamiento habitual. En la invasión caen exterminadas, las formas sencillas de vida, la utilización idiomática, los secretos de alcoba, respeto por la palabra de los padres, la admiración por la delicadeza de la mujer, el valor infinito de darle vida a un nuevo ser. Ver caer a pedazos la estructura familiar, núcleo único de la armonía mundial, es para decir: sí, todo tiempo pasado fue mejor. La tecnología no abre el entendimiento, lo adormece y ambos se quedan sin saber. Nadie entiende del dolor ajeno y menos hacerlo como propio. Es la época del “Yoísmo”, fuera de mí, nadie.
Nadie quiere emular al abuelo, pero en cambio sí, a los actores del celuloide o las estrellas del disco, las niñas son los juguetes en manos de madres que las quieres hacer modelos y las sobre pasen en los divorcios y en los escándalos sexuales. Nadie desea  caminar por los senderos de la honestidad; la rectitud no está escrita en el nuevo modelo de vida, la psicología le dijo que son libre como el viento, hasta llegar a ser huracanes de destrucción; los que aún vivimos para ver el lastimoso estado, exclamamos: ¡Siquiera se murieron los abuelos!
Las mujeres del pasado, no estaban engalanadas de artísticos diplomas, no eran cabeza de multinacionales y no asistían a bailes en lujosos hoteles, en que entre la cadencia se mueve la economía o desfila las ostentosas caderas al abrigo de exuberantes pechos siliconados, muestra artística, le las manos creadoras de cirujanos plásticos, que como sanguijuelas explotan la vanidad y se comen a grandes mordiscos el deteriorado capital familiar. Ellas…eran así: sencillas. Cumplían con el mandato de ser fieles, dignas y responsables, sin ningún vulgar artilugio para ser felices. Cantaban y oraban.

La ciudad vista desde Media Luna carretera a Ríonegro.
No se es, retrógrado, ni enfermizo dinosaurio, menos cavernícola reconcentrado, pero no se puede evitar, sentir nostalgia ver la forma irracional en que se mueren las costumbres sanas, las paz hogareña, la fidelidad, la honradez en que la palabra eran más importante que una firma o sello de notaría, que los padres estaban dedicados a sus hijos, administrándoles sorbos diariamente de nobleza, antes que desfilar como pavos reales ostentando cuerpos irreales, demostrando poder económico tan falso como la pureza de los instintos que los mueve, sólo a ser figurines viejos ante una caterva de aduladores mediocres y enfermizos. 


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