Amor por lo alto
“La vida no echa a
nadie, la vida hace funcionar a la gente” (Joe Frazier)
L
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a madre da a luz en el
lugar que la albergó; la criatura debe amar infinitamente el vientre que le
brindó estadía y el pedacito de tierra que antes de nacer transitaba adherido
al vientre gestor de esa nueva vida. Lo caminaba mostrándole los paisajes, las
cristalinas aguas que descendían desde la alta montaña, los pájaros que se
embelesaban en la ingestión de frutos colgados de los árboles, el río que cruza
partiendo la población en dos, igual que serpenteante culebra; que escuchara el
habla de los campesinos con el español antiguo y siguiera de ellos la
honestidad resguardada debajo de los pliegues de una ruana; que fuera
conociendo los instrumentos de labranza, con los que destajan la tierra para
hacer brotar el alimento que regado con el sudor, es nutritivo igual al que
Dios dio al pueblo de Israel con el Maná. Le mostraba en el recorrido, la
camándula con que la abuela, reunía a su alrededor a toda la familia, para
rezar el Rosario, plegaria que llega hasta el Creador y que hace, que siempre
permanezcan unidos, a pesar de las dificultades que pongan zancadillas en el
recorrido de la jornada de la existencia. Le iba mostrando con la suavidad que
dan los besos, que no hay nada igual que el amor, para sentir, el placer
infinito de un mundo lleno de belleza y que con él, no se encuentran puertas
cerradas. Es la llave maestra para abrir el odio, la falsedad, la tiranía, el
desamparo, la soledad, el abandono y es la mejor manera de llegar a Dios.
Le llevaba sin mostrar
cansancio a tantos lugares, para cuando sus pasos se posaran por la heredad, no
extrañará y estuviera habituado a los vaivenes de la inestabilidad e
inconstancia del humano. Qué ningún golpe artero le mancillara el alma y
atravesara campante los vallados puestos en el recorrido, sin conocer el odio o
la envidia y continuara siempre haciendo el bien, que era la forma liviana para
no sentir culpas ni cansancio al dar el paso a lo desconocido. Ella, se sentía
agradecida con el rinconcito en que engendró una nueva vida y que hizo que todo
fuera posible.
La 'chiva' por dentro
Y…a pesar de la
descripción, son tantos los que olvidan. Crecen y no recuerdan que anduvieron
en el vientre de la madre por los parajes que componen la geografía de la
patria chica; que fueron alimentados sobre algún barranco de la topografía
cuando la progenitora, sentía el llamado del hambre del hijo. Qué allí, entre
las vetustas paredes del aula escolar, inició el aprendizaje del saber, en la
voz cansada y extenuada de un maestro responsable, que lloraba de alegría al
ver que el alumno había pasado los exámenes con cinco admirado. La ingratitud
es innoble y sólo habita en las almas depravadas.
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