Carro de escalera foto el COLOMBIANO.
“Cuando la voz de un
enemigo acusa, el silencio de un amigo condena.” (Ana de Austria)
Creo sin temor a
equívocos que la manida costumbre, de cambiarles el nombre de pila a las
personas, es tan antiguo como la misma humanidad. Se dice, que es un síntoma de
mala educación y lo creo a pie juntillas y lo juro hasta con los dedos de los
pies.
No hay un lugarejo,
comarca, vereda, pueblo o ciudad, en que no existan los sobrenombres para
distinguir a un comarcano, que desde que empezó su vida activa, un familiar,
amigo, enemigo y hasta los propios padres, les entró el embeleco de
rebautizarlo; ya sea, buscando algo tierno para matizar los encantos de la
criatura, burlarse de un defecto conque la persona le dio por asentar sus
reales en estos andurriales herencia de Adán y Eva o por la maldita envidia,
que es la madre de los odios.
En la Tricentenario
Copacabana, fundación del conquistador español Jorge Robledo, nacieron tantos apologistas
de los remoquetes, que creo no existía una sola persona que estuviera libre de
seudónimo. Un conductor murió y en el cartel de invitación a las exequias
pusieron el nombre de Antonio Zapata, como sabían que nadie con ese nombre lo
distinguiría, le agregaron, alias Lao. El entierro fue masivo. La ‘pila
bautismal’ o ‘universidad de los sobrenombres’ estaba ubicada en todo el centro
de la plaza. En el lado nororiental, junto a las cantinas y debajo de palos de
mango, tenían sus asientos los ayudantes de carro (fogoneros), a quienes toda
la población les tenía pánico por irrespetuosos y malandrines. Las 7 plagas de
Egipto, eran una reunión de madres de familia. Para ellos no existían damas, un
joven bien vestido era homosexual (marica en boca de ellos), a los perros, les
adaptaban tarros de galletas en la cola. Muchos murieron por ese motivo. Los ancianos
y pordioseros fueron blancos de sus tropelías. Eran un cardumen de diferente
rango. Blancos, mestizos, altos y bajos.
Sol ardiente de medio día
E
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ntre ellos existieron:
los pate-pinche, patelana, ñaño, vapor, cristo viejo, grano de oro, cusumbo,
chepo, veterina, la sorra, los medallas y muchos más que a la vez que hacían
sus desafueros, se iniciaban en el manejo de vehículos, para con el correr del
tiempo, posesionarse como los nuevos conductores del transporte de carros de
escalera. Esa caterva de antisociales rodaba por la carretera que conduce a
Medellín, puestos por primera vez un par de zapatos a la velocidad de la luz,
haciendo sonar la sirena, cuando pasaban enfrente de la que próximamente sería
la madre de sus hijos.
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