Vendedor de 'tinto' (café) ambulante
¡MAESTRO! Hermosa
palabra que encierra tantas cosas: Jesús, el divino maestro; persona, hombre o
mujer, que se entrega con amor y devoción a la hermosa tarea de enseñar,
transmitiendo conocimientos a seres nuevos y encausarlos por el camino que los
hará gentes de bien, honestas y responsables ante una sociedad ávida de
fraternidad, decoro y paz. Ningún pensante, puede olvidar el paso por la
escuela en que aprendió a garrapatear su nombre, menos, dejar de lado, aquel
olor característico emanado del aula por donde entraba el aire libremente en la
mañana o tardes calurosas del agosto de cometas. Pecado es, no recordar, la
figura de un hombre, de libro en mano, anteojos pulcros, una tiza entre los
dedos, que iba dejando en el negro tablero pedazos de su alma a cada trazo. Esa
figura bonachona se movía serpenteante entre los pupitres repitiendo: ¿han
entendido? Al escuchar sólo el silencio, reiniciaba el tema hasta notar, que
por fin se había captado. Estaban hechos de paciencia y de amor, por la labor
sacra de formar, lo que se constituía en la mejor recompensa.
No solo era instruir en
el conocimiento básico, era mucho más. Era fundamental, continuar con lo que
los niños traían desde sus hogares, respeto por los demás; insistiendo en el
cuidado por los ancianos, los padres, protección a la mujer embarazada y en
amar la naturaleza. No fue en vano su constante disertación sobre temas de
cultura. De los educando no todos llegaban a hacer profesionales, pero sí,
hombres de reconocida respetabilidad entre la sociedad. Los maestros, veían en
ello, el mejor reconocimiento a su abnegada tarea, se sentían orgullosos al
hallar en el futuro aquel niño ya hombre, desempeñándose en su oficio con
dignidad, amor y honradez. Lo importante no lo fue el estrato económico que
llegaran alcanzar, sino la altura espiritual lograda del alumno, a quien amó
igual que su propio hijo. Nada le brindó más alegrías que verlos realizados
ante el duro batallar de la existencia, con voluntad férrea y altruista. Eso
fueron los MAESTROS, educadores y padres que caminaron por las escuelas con la
frente en alto.
Albañiles
Esos iconos patriarcales del saber, se fueron perdiendo entre las nebulosas de una vida manejada por la sociedad de consumo, en que los valores morales son carcomidos
vorazmente por el egoísmo y relegados por la ambición al timbre de la moneda.
El entierro, no alcanzó siquiera a ser de tercera y al féretro asistieron los
que ya ancianos, los recuerdan con amor y gratitud. No es raro, verlos asomar
por entre las nubes con llanto en los ojos exhalando rayos de ira, al ver la
promiscuidad de la educación y la muelle actitud de quienes descansan sobre
tapetes de dinero…
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