MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

A LA SOMBRA


Panorámica de Copacabana 1949

Fueron tantas las pilatunas ejercidas a través de los años de aquella juventud deliciosa, que el recuerdo se queda corto. La memoria, se vuelve infiel y caprichosa haciendo con su comportamiento, que la realidad sea confusa, quedan plasmados eso sí, instantes que dejaron huella por su golpe extraordinario en el consiente y subconsciente, que ni el paso del tiempo logra desaparecer. Sería simplemente cansón, recordar uno por uno los momentos, de las travesuras ejercidas impulsadas por una mente potenciada hasta lo máximo, por la voluntad creadora y subyugante de niño explorador, que se apresta a iniciar el recorrido, por los senderos incógnitos de la existencia. Cada mirada puesta al azar, sobre un punto indeterminado, es hallar, en él, el regocijo de una aventura creadora al igual que Don Quijote, ambos enloquecidos en los desvaríos en un triunfo pírrico, pero, conquista al fin de los deseos  anhelados con vehemencia hasta donde los llevan los impulsos.
En el empolvado baúl de los recuerdos, se halla un instante de susto y confusión. En una manga en la parte alta de Copacabana y cerca de la quebrada Piedras Blancas, pastaba el ganado de uno de los gamonales del pueblo a quien llamaban “táparo” y que a la vez, servía de ordeño. Estaba uno de los dependientes, en el ajetreo de succionar de la ubre el líquido blanquecino, pero no le tenía maniatada las patas; la curiosidad (madre de errores), llevó al niño a acercarse para ver ¿cómo, por dónde y por qué? Salía la leche. El cuadrúpedo avistó al entremetido que perturbaba la escena de las delicias y caricias de su ordeñador; una coz con la rapidez y violencia de un rayo, dio en la mandíbula del pequeño. Por aquello de que Dios ama los niños, el acontecimiento se fue en sorpresa, susto y experiencia para saber: “pollo ‘peletas’, donde no te llamen, no te metas.” Con la cara de palidez de muerto, temblor en las piernas, un pequeño mojado en el pantalón arriba de las rodillas, descendió hasta la quebrada, el rumor del agua lo serenó, tiró la ropa sobre las piedras y se lanzó a la profundidad del charco. El frío del chapuzón, le amortiguaron los nervios de aquel instante, que le quedó como un tatuaje adherido para siempre en el recuerdo.

Amanecer de junio

  Travesuras ejecutas a las sombras, para que los ojos de los progenitores, permanecieran ciegos  del castigo y reprensión que merecía, por las fechorías a que lo impulsaban los borbotones de sangre hirviente, que recorría las venas de    quijote pueblerino, que andaba solo los senderos en busca de conocimientos, sin impórtale la amistad de un Sancho Panza, que fuera a contar las tropelías de la ilusión y la escasa experiencia.   


No hay comentarios:

Publicar un comentario