MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 25 de febrero de 2015

TODOS LLORABAN


Hermoso regalo

De pronto, comenzó a escuchar llantos; no sólo era de mujeres y niños, también se percibían lamentos de hombre; se escuchaban debajo de la cama, salían de los muros de las paredes que hacían temblar la telaraña que colgaba de un rincón. No comprendía aquello. Aguzaba el oído, se estregaba los ojos y enderezó el cuerpo para alcanzar el radio. Con un clic se encendió. Alocución del presidente: “el país sigue por el camino qué es; los ciudadanos han encontrado la felicidad en un ciento por ciento; los campesinos gozan de paz, mueren de viejos en las parcelas. No se siente el olor a pólvora dejada por los fúsiles. La palabra desalojo, entró en el arrume de los arcaísmos”. Afuera él escuchaba, estallidos de minas quiebra patas, sirenas de ambulancias. Estaba confundido, no encontraba la razón, ¿Sería que se había enloquecido de ver tanto sufrimiento? Trataba de poner en orden los pensamientos, pero, los esfuerzos eran inútiles, los clamores se hacían más fuertes; percibía voces pidiendo justicia, lamentaciones de abandono y gritos de voces acalladas que eran más que multitud.
Comprendía que la política era engañosa, hacían malabarismo con la verdad los que vivían de ella; que los politiqueros deambulaban por encima del hambre y la incultura mostrando la mejor sonrisa. Se dio cuenta entonces, que eso era lo que estaba sucediendo en su entorno. No estaba al borde de la paranoia.


Hermosa foto de Mario Correa

Lo que escuchaba en su recinto era la ramificación, de la realidad que acontecía en el bello país de sus amores, con un himno patrio lleno de palabras rebuscadas, con una población cansada de embustes de tribunos enloquecidos de poder a costa del sufrimiento, parcelando a la población entre buenos y malos, aquellos morían entre el fuego cruzado y éstos, se alistaba para gobernar. No estaba loco. Eran las voces de auxilio que de su interior querían salir a gritar la verdad.     

miércoles, 18 de febrero de 2015

AVENTURAS DESCOLORIDAS


Inaguración de la estación del ferrocarril en Copacabana

El pueblo antioqueño de antes, tenía por tradición ancestral, aquello de trashumar; se dice, que algo de eso, es por la sangre judía que corre por nuestras venas. Sea cierto o no, no podía faltar en los hogares, el hijo que emprendía desde muy joven la migración por lugares inhóspitos, buscando en donde encontrar el lugar que le ayudara a cambiar el nivel de vida, no sólo para él, sino el de toda la familia. El antioqueño es amante del dinero y por él va hasta el fin del mundo. Ese comportamiento, hizo que casi medio país, fuera colonizado a golpe de hacha por unas manos callosas y una mente aventurera. Muy pocos fallaron en el intento y se convirtieron en fundadores de pueblos, dejando regado por el territorio patrio la estirpe, con sus costumbres solariegas.
Un buen día, picó el bicho de trotamundos. Despedida y abrazos con lágrimas de los padres. Iría sí, a conocer las hermosas tierras del Valle del Cauca. El tío que había emigrado desde los 9 años, sin ver nunca más a la familia, le brindó albergue. Él, vivía del rebusque vendiendo cacharros de toda índole: correas, sedas, zapatos de dama, botones y paños ordinarios, que hacía pasar por corte inglés, con cierto truco; al día siguiente estaban tío y sobrino recorriendo las calles para ganarse el sustento. Disfrutaba de lo que hacía y jamás soñó, ser vendedor de puerta a puerta.

Tarde y aún ni un café
La juventud era una carta de presentación, que aprovechaba para granjearse la admiración de quien le abriera la puerta y la satisfacción del pariente, que se veía en él en sus años mozos, cuando con la labia llenó los bolsillos de dinero y que derrochó en las banalidades efímeras de la vida. Cada mañana salía al rebusque con los cachivaches, después de algún tiempo, se le agrandaba la nostalgia por el hogar; se dio cuenta, que no había nacido para aventurero y que el mayor tesoro que salió a buscar, se encontraba en su cobijo al lado de los padres y su perro, refugio grato de penas y alegrías. 
    


miércoles, 11 de febrero de 2015

LA BELLEZA DE LOS AÑOS


Caracol

Se era muy joven y entre copas disfrutábamos del instante. Alguien dijo: ¿Cómo seremos cuándo lleguemos a los 50 años? Las carcajadas no sé hicieron esperar. Hombre por Dios, ¿Estás loco? Ni piense eso; jamás llegaremos a esa edad. Eso, eran nuestros antepasados, que llevaban una vida armoniosa, alejados de las libaciones, trasnochos y las cadencias del sexo, que es todo lo contrario hecho por nosotros; si acaso nos aproximamos, seremos unos viejos decrépitos, estorbo de los familiares. Dejémonos de bobadas y tomémonos el otro. Hoy se recuerda ese instante y una sonrisa malvada, se explaya por la comisura de los labios.
De aquel grupo inseparable, quedan pocos; los que se anticiparon a la partida por el túnel de lo desconocido, habían traspasado la edad que perturbó la tertulia de los  incrédulos amigos de bohemia, dejando prole, que de seguro, se estarán preguntando lo mismo. La vida será siempre igual, una repetición de la repetidera. Una constante.
Los que aún nos aferramos a continuar trasegando por los vericuetos de la existencia, convertidos en una farmacia, caminamos con pies lentos por encima de la incomprensión, la barbarie, egoísmo y a veces de la soledad, motivo de ciertas lágrimas inocultables.


Los viejos 2012

Se convertiría uno en un ingrato, sino se estuviera agradecido por los encantos encontrados a través de la jornada, emprendida después del advenimiento. El camino, no siempre ha sido llano. Se han encontrado infinitas trampas perturbadoras que debilitan; superarlas es fortalecer el alma haciendo expedito el camino para continuar la marcha fortalecido, para escalar la cúspide de los hermosos años de la vejez, que se hace grata, cuando rodeado de hijos, nietos y esposa, se bebe del manantial de la experiencia, que se comparte con amor.     
    


miércoles, 4 de febrero de 2015

LA 'CARANGA'


Una historia más que se derrumba

Este animal, es un chinche (insecto hemíptero), que chupa la sangre humana y deja picaduras irritantes; pero de la ‘caranga’ que nos ocupa, es de un adminículo que tenían las rocolas o traga níquel de la antañona Copacabana, causante de más de una refriega entre los contertulios habituales de las cantinas del poblado, quienes venían a ‘desahogar’ sus penas los fines de semana, con embriagantes libaciones de alcohol. Las mesas, se llenaban de cerveza, aguardiente o ron. La música complementaba la estampa etílica con sus sones sentimentales o, tonadas picarescas. Todo marchaba sobre ruedas, hasta que algún parroquiano cansado de oír la misma melodía, le daba por apretar la dichosa ‘caranga’ que tumbaba el disco. Todas las miradas se fijaban sobre el intrépido contertulio que había osado perturbar el ambiente.
La condenada acción de paralizar el recorrido musical, era una ofensa de padre y señor mío; era igual, a mentarle la madre en ayunas a un hijo pródigo. No había tiempo de disculpas. El silencio se rompía con palabras terminadas en uta lanzadas por el ofendido, que más rápido que se persigna un cura ñato, proyectaba botellas y taburetes sobre la humanidad del irreverente  provocador. Se escuchaban alaridos, vidrios rotos y el vibrar de filos de machetes; sobre el piso, quedaban esparcidos runas, sombreros y uno que otro carriel.

Voracidad

Flotaba en el contexto olor a sangre. Se escuchaban pitos de la policía; los noveleros se agrupaban cual moscas sobre algo en descomposición, las viejas corrían despavoridas, mientras en el viejo automóvil, trasladaban al herido; del brazo de dos gendarmes pasaba el agresor camino a la guandoca. Al aire, sonaban las campanas del templo, llamando a la feligresía al rosario vespertino. La calma regresaba a la espera del próximo festivo.