Hermoso regalo
De pronto, comenzó a
escuchar llantos; no sólo era de mujeres y niños, también se percibían lamentos
de hombre; se escuchaban debajo de la cama, salían de los muros de las paredes
que hacían temblar la telaraña que colgaba de un rincón. No comprendía aquello.
Aguzaba el oído, se estregaba los ojos y enderezó el cuerpo para alcanzar el
radio. Con un clic se encendió. Alocución del presidente: “el país sigue por el
camino qué es; los ciudadanos han encontrado la felicidad en un ciento por
ciento; los campesinos gozan de paz, mueren de viejos en las parcelas. No se
siente el olor a pólvora dejada por los fúsiles. La palabra desalojo, entró en
el arrume de los arcaísmos”. Afuera él escuchaba, estallidos de minas quiebra
patas, sirenas de ambulancias. Estaba confundido, no encontraba la razón,
¿Sería que se había enloquecido de ver tanto sufrimiento? Trataba de poner en
orden los pensamientos, pero, los esfuerzos eran inútiles, los clamores se
hacían más fuertes; percibía voces pidiendo justicia, lamentaciones de abandono
y gritos de voces acalladas que eran más que multitud.
Comprendía que la
política era engañosa, hacían malabarismo con la verdad los que vivían de ella;
que los politiqueros deambulaban por encima del hambre y la incultura mostrando
la mejor sonrisa. Se dio cuenta entonces, que eso era lo que estaba sucediendo
en su entorno. No estaba al borde de la paranoia.
Hermosa foto de Mario Correa
Lo que escuchaba en su
recinto era la ramificación, de la realidad que acontecía en el bello país de
sus amores, con un himno patrio lleno de palabras rebuscadas, con una población
cansada de embustes de tribunos enloquecidos de poder a costa del sufrimiento,
parcelando a la población entre buenos y malos, aquellos morían entre el fuego
cruzado y éstos, se alistaba para gobernar. No estaba loco. Eran las voces de
auxilio que de su interior querían salir a gritar la verdad.