Una historia más que se derrumba
Este animal, es un
chinche (insecto hemíptero), que chupa la sangre humana y deja picaduras
irritantes; pero de la ‘caranga’ que nos ocupa, es de un adminículo que tenían
las rocolas o traga níquel de la antañona Copacabana, causante de más de una
refriega entre los contertulios habituales de las cantinas del poblado, quienes
venían a ‘desahogar’ sus penas los fines de semana, con embriagantes libaciones
de alcohol. Las mesas, se llenaban de cerveza, aguardiente o ron. La música
complementaba la estampa etílica con sus sones sentimentales o, tonadas
picarescas. Todo marchaba sobre ruedas, hasta que algún parroquiano cansado de
oír la misma melodía, le daba por apretar la dichosa ‘caranga’ que tumbaba el
disco. Todas las miradas se fijaban sobre el intrépido contertulio que había
osado perturbar el ambiente.
La condenada acción de
paralizar el recorrido musical, era una ofensa de padre y señor mío; era igual,
a mentarle la madre en ayunas a un hijo pródigo. No había tiempo de disculpas.
El silencio se rompía con palabras terminadas en uta lanzadas por el ofendido,
que más rápido que se persigna un cura ñato, proyectaba botellas y taburetes
sobre la humanidad del irreverente
provocador. Se escuchaban alaridos, vidrios rotos y el vibrar de filos
de machetes; sobre el piso, quedaban esparcidos runas, sombreros y uno que otro
carriel.
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