Caracol
Se era muy joven y
entre copas disfrutábamos del instante. Alguien dijo: ¿Cómo seremos cuándo
lleguemos a los 50 años? Las carcajadas no sé hicieron esperar. Hombre por
Dios, ¿Estás loco? Ni piense eso; jamás llegaremos a esa edad. Eso, eran
nuestros antepasados, que llevaban una vida armoniosa, alejados de las
libaciones, trasnochos y las cadencias del sexo, que es todo lo contrario hecho
por nosotros; si acaso nos aproximamos, seremos unos viejos decrépitos, estorbo
de los familiares. Dejémonos de bobadas y tomémonos el otro. Hoy se recuerda
ese instante y una sonrisa malvada, se explaya por la comisura de los labios.
De aquel grupo
inseparable, quedan pocos; los que se anticiparon a la partida por el túnel de
lo desconocido, habían traspasado la edad que perturbó la tertulia de los incrédulos amigos de bohemia, dejando prole,
que de seguro, se estarán preguntando lo mismo. La vida será siempre igual, una
repetición de la repetidera. Una constante.
Los que aún nos
aferramos a continuar trasegando por los vericuetos de la existencia,
convertidos en una farmacia, caminamos con pies lentos por encima de la
incomprensión, la barbarie, egoísmo y a veces de la soledad, motivo de ciertas
lágrimas inocultables.
Los viejos 2012
Se convertiría uno en
un ingrato, sino se estuviera agradecido por los encantos encontrados a través
de la jornada, emprendida después del advenimiento. El camino, no siempre ha
sido llano. Se han encontrado infinitas trampas perturbadoras que debilitan;
superarlas es fortalecer el alma haciendo expedito el camino para continuar la
marcha fortalecido, para escalar la cúspide de los hermosos años de la vejez,
que se hace grata, cuando rodeado de hijos, nietos y esposa, se bebe del
manantial de la experiencia, que se comparte con amor.
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