MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 18 de marzo de 2015

ASNO CASERO


Mula compañía de arrieros foto Daniel Mejía

Es el barrio Pedregal de Copacabana, cuna de uno de los apellidos apreciados del pueblo, aunque desconozco el génisis verdadero de él en Antioquia. Haciendo acopio de la memoria, comienzo por recordar, de los que nos ocupa, se distinguían por su amor indomable por el trabajo, la honradez, el inquebrantable amor por la familia, el gusto por el etílico los fines de semana y esa imperturbable forma de pensar, que se debe mantener la limpieza de la casta, eso hacía, que los matrimonios se ejecutara entre el clan familiar.
En el vagabundear de la añoranza, se recapitula, que fueron ellos los amos y señores en los albores del poblado para el transporte de carga. Varios, se hicieron a caballos o mulas que alaban un planchón empotrado sobre enormes ruedas, para ser menos cruenta la labor de los dóciles animales, que desde la ciudad capital traían bultos de granos, enceres y cuanta cosa brillara en la escasez del pueblo, mitigando así, las penurias de un conglomerado que aunque pobre, esperaba disfrutar de lo elemental para vivir dignamente. Muchos de aquellos carreros, no fueron dechados de sonrisas quizás por el cansancio de la travesía, el hambre y el sol, amortiguado por el sombrero encasquetado en la cabeza. De las entrañas de aquel condominio los domingos, hacía la aparición un Montoya de baja estatura y rechoncho.

Aún estoy esperando

Éste no sabía en transporte de carga; se entregó de lleno a la industria, en la que elaboraba de asalariado con la furia de toro salvaje en busca de una pensión, que le asegurara un porvenir sin sobresaltos junto a los suyos, que eran la razón del vivir. Pasaba en compañía de un asno que como él, conocía el camino que los llevaría al parque para hacer las compras del mercado. Cargaba el jumento con bultos repartidos equitativamente para que no se ladearan y emprendía el regreso saludando a los parroquianos encontrados con una venia; un golpe con el fuete en el ancla al animal, una escupa lanzada a la cuneta y una maldición por el recalentamiento de los pies descalzos sobre el pavimento. Todo quedó gravado en la mente del niño…       

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