Una imagen conmovedora
A medida que corre el
tiempo, más lejos se encuentra uno del pasado; esa máquina maligna, se ensaña
triturando las épocas en el girar de las cuchillas afiladas, volviendo añicos
el ayer, depositándolo en el recipiente del olvido. El reciclaje, es tomado,
para darle vida a una nueva generación, que desconoce y no quiere saber, de la
calidad excelsa del material que construye su existir. Una generación que
desprecia su pretérito, se dispone irremediablemente a caer en la degradación,
humillación y el servilismo por falta de fuertes raíces que los sostengan; las
cepas, deben estar ancladas, sobre el terreno firme de la estirpe y el abolengo
de los ancestros, de aquellos que ya no están, pero observan la decadencia
derramando lágrimas, que incrustadas en la lluvia, caen desde el cielo.
El pasado se componía
de cosas sencillas, que agrupadas en rededor a la verdad, inundaban el corazón
de alegría. Los juegos de los niños, se practicaban en comunidad, una manera de
socialización que evitaba la frustración que brinda la soledad. Juntos,
inventaban formas de diversión, tomando de la naturaleza magnánima, todo
aquello que hiciera explotar la imaginación, convirtiéndolo el espacio en un
santuario de sempiterna alegría, estrechaba los lazos de amistad que permanecía
incólume a través del tiempo y la distancia.
Comida de mano caritativa
Algo muy sencillo y
encantador, era tomar de la higuerilla, el tallo hueco, que sustenta la hoja.
Se recortaba y tomando del lavadero pequeños trozos de jabón de barra, se
introducían en una botella con agua, se agitaba hasta hacer espuma;
introduciendo el junco que después se llevaba a la boca, soplando suavemente
hasta ir formando hermosas bombas de colores, dejando que la brisa las lanzara
al espacio, en una travesía exigua seguida por la mirada del niño, que quería
que jamás explotaran.
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