Siembra de palmeras
No se puede detener los
cambios de la vida, está siempre en un constante girar; evoluciona para bien o
para mal. La evolución va dejando atrás sin miramientos, lo bello, sencillo,
pasándose cruelmente por sobre todo lo que existió, llámese respeto,
honorabilidad, familia y el don sagrado del amor. Las nuevas generaciones, no
pueden a hacer parangón, pues solo tienen conocimiento de la actual; no sucede
lo mismo, con los que han vivido las dos épocas, los identificados cómo cursis,
retrógrados, cavernícolas y otros tantos adjetivos, indilgados a quienes sueñan
con el pasado y no aceptan el destrozo de la armonía entre la naturaleza y el
hombre, la paz familiar y la anarquía, la orgía y el amor.
No todo lo existente es
malo, como tampoco lo vivido fue solo gloria, pero el mayor porcentaje de
favorecido se lo lleva el ayer, con las sanas costumbres, normatividad, respeto,
fidelidad y el inmenso fortín en que estaba anclado la familia, con padre
trabajador, honesto y visualizado; una madre cariñosa, benefactora, dispuesta a
sacrificios para sostener con firmeza el hogar. Existían primero los deberes
que los derechos; cuando las libertades se exageran, se convierten en sombras
que nebulizan la verdad, degradando la mente para convertirse en humillación,
hastío y catástrofe. Se evaporan los sueños igual que humillo con el viento.
Un pequeño descanso
En el cinto de la
madre, prendía una ‘pretina’ de cuero, que daba la última orden, cuando la voz
era burlada por creer que el insinuante pequeño bigote, daba signos de
independencia a quien aún despedía olor a orines. Ese pedacito de cuero, formó
hombres y mujeres dignos que engrosarían la sociedad. Las calles estaban
adornadas de flores y no de remedos de criaturas vivientes, lanzadas a la vía
por la incomprensión, el abandono y frustración ante el cúmulo de exenciones,
otorgadas por libres pensadores manipuladores, que degeneraron la existencia con
vana palabrería, que logró convertir la paz en caos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario