Deshechos que dan vida
Salirse de los esquemas
en que fue diseñada la órbita de la creación, es un atentado funesto, que da un
salto acrobático hacia el pasado, en el que la destrucción llegó al Valle de
Sidim, como consecuencia del empotramiento de desmanes, orgías e incontable
parafilia; el fuego y el azufre cubrieron a Sodoma y Gomorra y la desobediencia
se convirtió en sal. El consumismo y las modas se inyectan en el cerebro
haciéndolos ver como algo necesario; el vulgo se lanza en procura de lo absurdo
enceguecido, sin meditar, que rueda a la perdición.
Los niños nacen
siguiendo el mandato de la creación, no existe otro, que remplace el acto
sublime del nacimiento de una nueva vida; hombre y mujer, fueron instituidos
para llevarlo a cabo formando un hogar, principio de la familia y pedestal de
la sociedad. Cuando el ambiente se enrarece con ideas y costumbres abyectas, el
devenir se oscurece con negros nubarrones, proclamadores de angustias, zozobras
y caos. Hay quienes nacen y otros que se hacen; los que de la naturaleza
emergen fuera de contexto, se deben admitir y respetar; no así, a los que se innovan, emergiendo en forma de plaga
maligna creando cofradías antinaturales, que confunden la armonía del entorno,
para satisfacer el cúmulo de aberraciones de mentes pervertidas.
¡Ogros multiformes y
despiadados!
Las mentes diáfanas de
pequeños seres, se invaden de confusión, cuando leyes inversas a la realidad,
los van llevando al camino de la inadaptación, incredulidad y frustración.
Todos como borregos, saltan a la palestra con aullidos de aceptación, por el
temor de ser reconocidos como anacrónicos, ante la vorágine de la insensatez.
Nadie, ante lo absurdo, se ha dignado a preguntar, ¿sí los niños, tuvieran la
capacidad de decidir, qué opinarían? Acaso, ¿Esto no es un abuso?
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