LISTA PARA CAER
Pasada la
Primera Comunión se iban marchando también las almitas buenas, cuando se iba
estirando el pantalón. La mente emprendía viajes cromáticos por los terrenos
prohibidos de la sexualidad, pues no faltaba el condenado muchachote travieso
que contara las aventuras por los barrios de la capital, en que de las casas
brotaba música a toda hora, las niñas vivían escasitas de ropa y a todo el
mundo sin conocerlo le decían mijo, contaba el condenado que no había pierde,
pues en la puerta siempre estaba prendido un foco de color rojo, aviso de que allí,
por unos pesos, unas criaturas famélicas, te mostrarían el infinito mundo de la
lascivia. Las mujeres permanecían al margen, ellas, eran la virtud acrisolada.
El cambio fue rotundo. Los ancestros se
tiraron por la borda; el hogar otrora sagrario iluminado por el respeto, tomó
el rumbo equivocado, el tálamo permanece ocupado por amoríos resecos, que pocos
momentos atrás salían de otro catre prometiendo “amor” eterno; un remedo de
aquellas añoranzas en que el bombillo rojo desapareció, la música la misma, la
proxeneta es la progenitora y todos felices porque han llegado a la cumbre de
la liberación. ¡Son una perfecta familia moderna!
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