ANTIOQUEÑIDAD
La vejez es una etapa
hermosa de la vida. Durante el largo recorrido de la existencia muchos
amaneceres se han visto despuntar auroras detrás del horizonte, allá en el
límite visual; unos que calientan con la presencia del sol y aquellos grises y
nostálgicos. Aunque la parte vital disminuye, se fortalece el corazón para
darle cabida a la floración de la amistad, la reconciliación, perdón e
indiferencia. Se vislumbra en la lejanía del infinito, una luz radiante que
ilumina todo el ser, que al abrazarlo, se convierte en amor, alejándolo de lo
material a lo espiritual en que el sexo no hace parte de la plenitud de la
ternura. Al rincón longevo, entra como bálsamo la paz que reconcilia y mitiga
los excesos de algún ayer borrascoso.
No por mucho madrugar,
amanece más temprano.
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