CALLE DEL COMERCIO COPACABANA
Corría el meridiano del siglo
pasado, el acontecer exhalaba otro ambiente. Los hogares, seguían los ritmos de
una batuta que ejecutaba los movimientos, con el saber del corazón y la
responsabilidad. Existían escuelas y colegios en que se enseñaba primero la
honradez, que a contar el dinero, el respeto antes del poder. Las aves trinaban
sin asfixia, el verde de los campos era el color natural, la nieve era
perpetua, el agua corría a raudales; los niños jugaban ingenuamente por la
cornisa de la imaginación. Las reuniones familiares, eran un festín de
aprendizaje en donde los lazos de amistad, se ligaban hasta el pretérito. Para
aquel entonces, las fincas enchambranadas eran sagrario de la heredad, reposo del
carriel, ruana, machete y dados que rodaban lanzados por las manos callosas del
campesino labrador de sueños e ilusiones, hoy, convertidas en lupanares de
orgías promiscuas irrespetuosas del abolengo.
¿SILLETEROS…?
Se siente una espinita
que maltrata el alma, al ver la decadencia, la entrega al timbre de sórdidas
monedas, el olvido de la putería de un arriero ante una mula ranchada. Observar
una ruana púrpura engalanando un ramillete de flores, cuando un campesino jamás
se pondría tal atuendo y en los campos a la oración recostados a la chambrana,
las manos callosas de negras uñas, templaban tiples, liras y guitarras para
cantar a los cuatro vientos un bambuco que se deslizaba hasta el horizonte,
hasta allá, en que la estirpe se vuelve carriel y ruana.
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