BUSCANDO ARMONÍA
“Los animales son hombres
disfrazados”. Leyenda africana.
Oscuridad fabricada por la altura de
los edificios. Bullicio insoportable de vehículos y gente. Todos atropellados
en una carrera sin fin; sin estacionamiento.
Unos bajan y otros al contario, suben.
Se golpean inconscientemente o se paran en el jarrete de quien se ha
adelantado.
El jaibaná jamás al implorar los
espíritus jai, junto a la quebrada que atravesaba el bosque les había dicho,
que terminarían asentados en la prisión amuralla de hierros retorcidos
amarrados con argamasa de una ciudad.
Unos estaban inclinados sobre los
surcos de horticultura; otros engreídos en la pesca y hasta niños lanzaban
flechas, en busca del animal que calmara el hambre. ¡Qué calma! Las ingenuas
miradas se posaron al uncimos en el hombre blanco, al llegar sin aviso, en una
maloca. ‘Arrozudos’, ‘agallinados’ y desalojados han ido quedando los Emberas
Katíos; ‘¿oites?’.
Se enseñaba en las cartillas de
otrora, que los indios eran los verdaderos dueños de la tierra. De eso, pasaron
a ser los mendigos en las esquinas de las aceras; respirando el humo envenenado
de los motores; recibir miradas despectivas e interrogantes de transeúntes
hartos; explotación inmisericordiosa de seres sin consciencia que les roban
hasta el último centavo, que va a parar, a cantinas y en horas de la noche, en
casas de bombillos rojos.
En sus miradas, se puede ver el temor, la angustia y el hambre. El hogar quedó allá lejos rodeado: de árboles, quebradas, riachuelos, costumbres, folklore; de sol diario, luz de luna en noches de calma y luceros titilantes; esa paz, se fue perdiendo, con la llegada de los afuereños, que han acrecentado la hacienda y disminuido el territorio de ingenuos compatriotas sacrificados por la injusticia.
En sus miradas, se puede ver el temor, la angustia y el hambre. El hogar quedó allá lejos rodeado: de árboles, quebradas, riachuelos, costumbres, folklore; de sol diario, luz de luna en noches de calma y luceros titilantes; esa paz, se fue perdiendo, con la llegada de los afuereños, que han acrecentado la hacienda y disminuido el territorio de ingenuos compatriotas sacrificados por la injusticia.
ALBERTO
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