LOS NIETOS
Las sensaciones de angustia, desamparo
y placer, no sólo son de los llamados pensantes. Así cómo el amor, tampoco es
monopolio de ‘los reyes de la creación’.
Desde su atalaya, con la mirada fija
en el punto por dónde ha de aparecer, el que, la hace aullar desde hace algún
tiempo, espera ansiosa, la aparición, en compañía del amo. Sabe que andan
juntos, porque así pasaron de ida. ¿Irían a dar un paseo? ¿O sería a comprar la
bolsa de comida qué, se ha vuelto tan cara?
Por momentos en la rapidez de su
cerebro, la torturan negros pensamientos. Ella en la ventana, que sus dueños le
asignaron como lugar para el descanso y seguramente también, para que no
estorbara en la limpieza de la casa, ha visto pasar a muchos juntos y jamás
regresar; solo pasa el hombre con la cadena en una de sus manos con una extraña
sonrisa. Sí. Ella, ha observado con frecuencia ese procedimiento inhumano, que
la hace padecer y se llena de temor. Siente que el tiempo a pasado y no es la
misma, cuando era ágil y bajaba con rapidez las escalas a la ladrarle al
desconocido que había tocado la puerta. Notaba también, que se pasaba por la
época, en que no se los adquiría por la devoción en amar, sino por lo extraño
de la raza y su valor en dinero, que es una forma de demostrar categoría,
atiborrada de petulancia. No. Sus amos no eran así. Eso la hacía estar
tranquila.
La alegría le llegó, al ver en el
principio de la subida de la calle, los retozos del sabueso canelo, que no
dudaba, sería el padre cariñoso de hermosa camada.
Alberto.