MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 23 de octubre de 2019

CUANDO ERAN LOS SEGUNDOS PADRES


COPACABANA EN LA MEMORIA

Sería un pecado de lesa humanidad, desalojar del pensamiento aquella Escuela Urbana de Varones de la señorial Copacabana, del Sitio de la Tasajera o de la Fundadora de Pueblos. Echando una lastimera mirada por el espejo retrovisor del recuerdo, se atalayan exuberantes moles de paredones de barro pisado por los pies descalzos de antiguos moradores, quizás de descendientes de indios peruleros, con seguridad sí, de mestizos que deambulaban sin oficio por las polvorientas calles. Antes de llegar al primer salón al que siempre llegaban los niños de primer año, que caían en manos de una maestra, estaba en la parte de abajo limitando con la calle y la factoría que en principio perteneció a Sedeco (Sedas de Copacabana), la piscina ¡Oh qué frescura! ¡Cuántas peleas! Siguiendo por el enorme zaguán de entrada estaba el recinto de segundo año de primaria, queda de él en la memoria a un viejito rechoncho, boca de zapo, ojos pequeños rojizos cómo de fiera al asecho, que de vez en cuando levantaba la tapa del pupitre para absorber de una botella el extracto del anís. Era don Alfonso López el que todos los días llegaba hasta la estación del tren para viajar a su natal Barbosa. Dejó tan poco…No. Nada. Lindaba éste con otro segundo. Ahí, con cabello liso como lamido de vaca, pretina arriba de las caderas, vestido de “cachaco” azul oscuro, don Hernando Hoyos, preparando la caña de pescar detrás del tablero labor encomendada a dos de sus alumnos para las vacaciones de fin de año. Enseñaba con ahínco y amor. Quedó en la añoranza aquello: “Salga al tablero vusté Mejía.”
Adyacente estaba el tercero que siempre fue la dehesa del director don Jesús Molina y la rectoría de aquel instituto en que despertaron el deseo de saber más de lo que nos tenía la vida escondido detrás de los libros, los cuadernos, el compás, los secantes, borradores, la maleta de cuero los urbanos o jíqueras los del campo y aquellas malditas reglas hechas de comino, con las que llenos de ira, descargaban en nuestros glúteos, las que muchas veces hacíamos quebrar untándonos cebolleta, motivo de doble enojo. Queda de él, su cabellera áspera y cana, qué cuando estaba de buen humor, tiraba el trompo haciéndolo bailar en una uña. Formando escuadra se encontraba la cuna de la honorabilidad, el buen hablar, la distinción. En ese aposento del saber se destacaba don Jesús Tapias. Conspicuo señor dedicado con apego a formar personas para la sociedad. No conoció componendas para favorecer al hijo del potentado o la vieja engreída; mantenía a flote el rasero de la ecuanimidad, imparcialidad y la justicia. Dando vueltas en mi cerebro igual que el abejorro ante la colmena están aquellas benditas frases cuando se acercaba el fin del año y notando que no íbamos muy bien académicamente: “Esta molienda es con yeguas amarillas. El día de la quema se verá el humo. Sepulcros blanqueados y ya para que llorar sobre la leche derramada.” Oh salve a quienes dieron los primeros hachazos para destajar la ignorancia. Sí serrara el comentario sin hacer alusión a los dos patios de recreo, no me lo perdonaría algún viejo condiscípulo, que jarto de cantaleta se adentrara por estos andurriales del recuerdo. El primero estaba al frente de los salones, por ahí por entre matas correteaban los más pequeños jugando la “chucha” con gritería ensordecedora; cansados enrojecidos por los rayos del sol y con sed, tomaba agua de la sonora pila, bajo la mirada del maestro encargado de la disciplina y el otro, estaba en la parte de atrás. Los grandes se deleitaban con el “botellón”, el “tren” o jugaba partidos de fútbol sobre un piso irregular. Sonaba la vibrante campana y en menos que se persigna un cura ñato, los grupos se situaban en formación estricta y en completo silencio se llegaba a las aulas. El sol y el aire, entraban por las inmensas ventanas para escuchar qué dos más dos, son cuatro, Colombia está en Suramérica y que el catecismo es con puntos y comas.                        
Alberto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario