DESHOJANDO ALMANAQUES
En los últimos tiempos se ha estado como a la espera
de aquella carta, en la que entre líneas han de venir fragantes noticias
allende de los mares, sin que las gaviotas estropeen su curso; es una carta
ficticia, creada por la mente, en la que atraviesa el oscuro túnel del tiempo,
para que renueve el ayer vivido, al hoy, añorando ver con claridad estampas
escritas en mármol en el lindero florecido de épocas eco distantes. Cuando
llega el oscuro fantasma del “cartero”, es a horas impropias, como aquella de
llegar a media noche en medio de la oscuridad de la alcoba o a la modorra del
mediodía cuando se escucha el taconear de la gente sobre el pavimento humeante;
sin negar, se siente una felicidad de muchacho cagao hasta la crin. Se abre el
pliego de ese ayer y van apareciendo ilustraciones, estampas y grabados desde
los pantalones cortos con los bolsillos que estaban llenos de bolas roñosas, el
trompo y la pita, la cauchera de cuatro ramales con la horqueta tallada con la
efigie de mujer voluptuosa, hasta con roto incorporado para tocarse el “pipí”;
así mismo, surge por entre gobelinos perfumados, el hogar paterno con sus
costumbres, patios florecidos, bendiciones, regaños, ronronear de gato y
ladridos, una mixtura soberbia de encantos quizás irrepetibles en el lapso que
queda por recorrer. En esa esquela perfumada por el espacio, no puede faltar en
el guion, los efugios de amores rechazados por la suegra con infinita crueldad,
son todo aquello, la parafernalia que va endureciendo la personalidad para
enfrentar en el futuro al monstruo de la realidad.
Al seguir avanzando en la lectura, llega el instante
fatídico de otra tragedia casi en el mismo punto del de la escuela de niña, en
el lugar de Cuatro Esquinas un poco más abajo de la cantina de “Molé”; un señor
se subió a hacer un arreglo en un techo y por un descuido tocó las primarias de
la energía y murió electrocutado, no deja de ser algo curioso, en tan corta
zona, dos desdichas. En la epístola del tiempo con aquella hermosa caligrafía
de la añoranza, aparen la alegría ingenua de saltar polines de la carrilera,
unas veces para ir hasta Girardota y las más, para ir a Bello a ver cine en el
teatro Rosalía o al Bello; cuando existía cansancio, se caminaba estableciendo
equilibrio sobre el riel, aquellas paralelas aceitadas serían como todo un
psicólogo para las generaciones actuales. Avanzando en la lectura de esa
“carta” artificiosa, aparecen los juegos infantiles desarrolladores de la
mente, espíritu y cuerpo, las niñas jugando: al lazo, con muñecas de trapo
muñequero a las mamacitas, también la golosa y los niños, pirinola, botellón,
pelota envenenada y con carritos en madera rústica, recogiendo arena de las
construcciones, que, a la vez, amontonaba en las uñas las minúsculas niguas
culpables de incitante rasquiña y dolorosas pelas.
Alberto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario