MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

viernes, 17 de marzo de 2023

COS Y SERES INCRUSTRADOS

 


COSAS Y SERES INCRUSTADOS

 

Al sentarse a observar el jardín, que él llama mis chamizas, buscando tranquilizar su estado ciento de veces alterado ante los aconteceres de la época, período que desvirtuó todas las leyes, normas y cánones de la actividad humana, que servían en el ayer para socializar el respeto; mirando el salto de la lagartija de una mata a otra detrás de un pequeño insecto, el brotar de un capullo de la flor, el nacimiento en la crisálida de la mariposa o ver el amor de la abeja puesto al tomar el néctar que la hermosa flor le depara o el movimiento que el airecillo efectúa sobre las hojas, van calmando el desasosiego que la incompatibilidad con el perturbante periodo le golpea el ánimo, robándole en algunas noches la paz absoluta del sueño, es ahí, que usando la reminiscencia, se traslada a la paz de la vieja Copacabana, empezando hacer extensos recorridos por veredas esquivando matorrales, quebradas, desfiladeros y hasta jauría de furiosos guardianes de sembradíos; recorre calle por calle, mira sí en algún postigo alcanza a ver un rostro conocido aunque sea desfigurado por las arrugas o el cabello blanco, ahora, de aquella que se robaba las miradas de los mancebos; busca con avidez si está abierta siquiera una de las cantinas para echarle la moneda al piano, llegar al mostrador del cantinero amigo, saludarlo con afecto y pedirle un aguardiente doble; recorrer el alrededor del parque e ir divisando los antiguos caserones, mirar si en las bancas están su grupo de amigos de aquellas tertulias sencillas, acogedoras en que los chascarrillos hacía brotar la risa; el dolor no había hecho su penosa entrada ¡Todos estaban juntos!

 

En ese estado de meditación encaminó sus pasos por la orilla de la antes caudalosa quebrada de Piedras Blancas, por entre los guayabales alcanzó a ver un hombre semidesnudo, con una totuma sobre la cabeza, aguzó la mirada vio en la mano una media cuchilla y que, con cuidado, iba haciéndose el corte en el cabello. Sí, era Pacho Sengue, quién perdió la razón de forma misteriosa después de haberse ido a la ciudad de Cali, caminaba largas distancias usando la vía del tren, era apacible y solitario. Aquella imagen le recordó viejo consejo del tío aventurero: “Cuando llegue a lugar desconocido y le brinden algo, solo recíbalo con la mano izquierda”. Se encaminó con pasos lentos pero seguros hasta el edificio que albergó por mucho tiempo la entretención de los pueblerinos, y qué él, desde que salía a las carreras de la escuela de “don Jesús”, no podía pasar derecho, no. Ahí detrás de la pesada reja estaban las carteleras con las fotos de la película del domingo en matiné, vespertina y noche ¡Claro, el inolvidable teatro Gloria! Recuerda sus dos plantas abarrotadas en días de Sema Santa con la super producción “La Pasión de Cristo”, creía escuchar sollozos de las matronas, era tanto el recogimiento, que ni los fogoneros se atrevían a romper el silencio. Por mucho tiempo fue administrado por don Ramón Fonnegra y sus hijos, Toto, uno de ellos, era el maquinista del proyector ¿Quién lo dejó morir, por qué? ¡Démosle nuevamente vida!    


Alberto.


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