MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

CUANDO NOS VOLVÍAMOS "SANTICOS".


Doña Concha Acosta.
En el costado sur-occidental, en toda la esquina había construido Doña Concha Acosta una de las más bellas casas del pueblo. Desde lejos se le veía su señorío, ella, era de baja estatura con aquella "moña" que distinguía a las personas mayores y que a la vez les daba un aire de respeto y elegancia; como todas las familias del pueblo, había construido un hogar digno y religioso, de ello, daba claras muestra su hija mayor, Carlina, la que por esos azares de la suerte o porque se entregó en cuerpo y alma al Señor, se quedó virgen y al servicio de Dios y todo lo tocante con sus ajetreos terrenales. Ayudaba a los arreglos de la iglesia para las festividades de Semana Santa, en el día de la patrona, se movía cómo una hormiguita, pero en lo que se distinguía siempre, era en lo concerniente al tiempo de preparación a los niños que ya estaban listos en edad para recibir por por vez primera la Divina Eucaristía. Reunía a los párvulos en su casa en dos jornadas, una en la mañana y otra en las horas de la tarde. Enseñaba el catecismo, el Señor Mío Jesucristo, El Yo Pecador que nos hacía repetir hasta que nos lo aprendíamos de corrido, así mismo, nos decía la mejor manera de llegar a los pies del sacerdote en el confesionario para decirle nuestros pecados de impureza, las palabras "feas", los juramentos en falso, de porqué no habíamos asistido a la Santa Misa.


Después de habernos recalcado una y otra vez sobre nuestros pecados, nos daba la explicación de cómo tendríamos que recibir la Sagrada Hostia, haciendo inca pié en tener cuidado en no irla a dejar caer, qué ese sí era el mayor pecado, ya que sí ésto por desgracia nos llegara a suceder, era que el diablo estaba en nosotros y que Dios nos tenía cómo niños malditos; por eso cuando el momento llegaba estábamos con tanto




miedo que nos temblaban las "canillas" y sólo nos hacía volver a la realidad el saber que en la casa nos estaban esperando los regalos de las familias vecinas y la de nuestros familiares. La quebrada de la olla con sus innumerables sorpresas y sobre todo la pelota de caucho con su abecedario envuelta con un papel transparente, brillante y chirriador que nos despertaba el alma; los que venían a la fiesta nos besaban y decían: que era el día más feliz de toda nuestra vida y así lo hacían saber en las postales que nos daban en las que aparecía la Virgen en todas sus advocaciones, tan hermosa, con el Niño Jesús en los brazos, en dónde nos decían que sí nos manteníamos lejos del pecado nos iríamos derechitos para el cielo o aquella: "Qué tú alma se mantenga limpia y pura, cómo en éste día". Qué bellos consejos, pero que equivocados estaban. Lo primero que hacíamos al llegar con nuestra pelota nueva, era decirle al primer amiguito:" ¿Maricón, me vas a tumbar?". Después de hacer la primera Comunión, no podíamos faltar a los primeros viernes de cada mes, a los que íbamos de la mano de nuestra madre o en comunidad de la mirada severa de nuestros maestros, con camisa azul clara, pantalón blanco y tenis del mismo color de los que se componía el uniforme.


1 comentario:

  1. Estimado Don Alberto:

    Aprovechando estos días de azueto, ando visitando su blog, que con muchisimo gusto veo que ha actualizado y puesto muy coqueto con su firma personalizada... Orale! ni yo! :D

    Por otro lado me da risa lo que comenta en su entrada... de verdad la señorita les decía que si se les caía es por que traían el chamuco encima??? Orale! que ruda!

    Jajajaja... un saludo desde el festejado México!

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