Fontana en el parque principal de Copacabana. El agua estaba fría pero sintió más al salir del baño. Empezó arreglarse no para una cita de negocios, menos para una de amor (los años se habían venido encima), él amaba a todos por igual, pues sabía que era un mandato divino. Iba a despedir otro amigo que le cogió la delantera. Cuando se ajustaba el cinturón, pensó que eran muchos los que se marcharon abandonando el círculo de amigos que por tantos años los unió. Llegó aquello que la gente pregonaba: "a comenzado a desgranarse la mazorca". Vio mucha gente por las calles del pueblo que él recorrió de niño, carros que cruzaban veloces. Ya no estaban los balcones antiguos que abrazaba al ayer con el hoy. Estorbaban y por ello fueron derribados. Creía que se había equivocado de pueblo. Las caras de los transeúntes no le traían ningún recuerdo; pasaban atropellados por la vorágine del consumismo y de la agitada vida moderna. Su escuela no era la de las grandes ventanas por las que se entraba el aire que refrescaba las caras alegres de los niños, se le asesinó para dar cabida a una mole de cemento antipedagógica; en las aceras se hallaban cuerpos humanos con niños ejerciendo la mendicidad, en las bancas o diseminados por el parque, pequeños grupos de alcohólicos, en su tiempo, ni lo uno ni lo otro existió. No fue un poblado de elevado sistema económico, pero sus gentes trabajaban honestamente y con eso bastaba.
Torre de la iglesia de Copacabana.
Elevó los ojos hasta la cruz de la torre de la iglesia y dejó que sus lágrimas se escaparan. No. Ese no era el tranquilo pueblo al que llegó de niño. Este estaba lleno de discotecas con música estridente, con niñas y jóvenes consumidores de drogas; la pasividad que se ejercía por legado, estaba ausente. Si gritaba denunciando lo que sus ojos veían, lo tratarían de retrogrado pasado de moda. De inmediato recordó el disco de los Chalchaleros: "(...) entonces a que volver, si han cambiado hasta el recuerdo...".
Con la cabeza gacha y caminar cansino llegó hasta el lugar en que su amigo descansaba eternamente, sintió hondo pesar...tomó el carro que lo traería de regreso, desde la parte alta le dio la últimas mirada a las luces que titilaban allá abajo y alcanzó a decir: ¡Te fuiste de la misma forma en que se fue Álvaro...!
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