"El amor es un punto de acuerdo entre un hombre y una mujer que están en desacuerdo en todo lo demás" (Enrique Jardiel Ponsela)-
la era de la rapidez en que se vive actualmente, va sacando a los costalazos todo aquello que en el ayer era patrimonio de las gentes. Se enseñaba en el hogar el respeto a los ancianos y a las mujeres en embarazo. Diario se recalcaba, que se debía saludar, sin importar el estrato. Los padres y los maestros parecieran profesionales en buenos modales: modo de sentarse a la mesa, no comer con la boca abierta y menos chuparse los dedos; hacer buen uso de los cubiertos; dejar que la persona mayor se sentara primero y levantarse cuando éste lo hubiera hecho; dar gracias a Dios por habernos dado el alimento. Tantas cosas que hacía de los niños, un dechado de urbanidad. A las niñas, se les advertía la manera de sentarse bien; nada de juegos bruscos y acentuaban aquello: de no usar palabras de grueso calibre.
La distracción se la robaban los juegos del trompo, pelota envenenada, las canicas, cometas, el coclí, escondidijos, la 'chucha', esconde la correa; el mataculín, los columpios. Las niñas, se divertían con los patines, saltando la cuerda, con muñecas de trapo jugando a las mamás. Era todo sencillo, pero encantador.
Se perdió de la magia de los diciembres, algunas costumbres, cómo la pedir el aguinaldo el día 16 del mes. Se levantaba apenas estaba amaneciendo, para encontrar desprevenido a la persona y se le abalanzaba como un felino a la preza gritándole: AGUINALDO o aquellas, en que se lo jugaba con el hablar y no contestar; la muy simpática de la estatua; pajita en boca, el tocar y no fruncirse etc. Eran momentos de suprema alegría, puesto que, el que perdía, siempre, daba al ganador el aguinaldo. Eran cosas sencillas las que se entregaban, pero, uno se sentía feliz. Era tan bello ser niños rodeados de toda la familia en la que no se conocía el abandono y los bebés no deseados.
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