MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 29 de agosto de 2012

LAS TRAMPAS EN ELECCIONES.

El azadón campesino.

"Cuando debemos hacer una elección y no la hacemos, esto es ya una elección. (William James)

Cada cuatro años en mi país, se preparan sus gentes para votar en busca de un nuevo presidente. Una de las normas que se deben cumplir, para evitar trastornos, es la no venta de licor. Pues bien; los cantineros del pueblo a sabiendas que sus ganancias se van al suelo con la medida, se rebuscan la manera de quebrantarla. ¡La imaginación es algo asombroso! Los varones del Sitio, han sido buenos consumidores de licor y más en ese instante, porque es cómo siempre se ha manifestado: "no hay nada más bueno que lo prohibido". Los pocos policías que cuidaban del orden, daban sus rondas por los establecimientos públicos, esperando encontrar a alguien que estuviera quebrantando la ley. Nada se veía anormal; todas y todos tomando tinto (café), los más, algunos bebían refrescos con pitillos. Algo se veía distinto a lo que acontecía en tiempos normales y era que pocos estaban sentados en las mesas de los bares; entraban hasta el mostrador en pequeñas tandas, donde el cantinero les tenía servido en pocillos su pócima y rápidamente volvían a pararse fuera del negocio. En el kiosco sí se encontran las mesas atiborradas de personas, el traganiqueles no se cansaba de brotar discos de 78 revoluciones por minuto, con melodías de cantantes de antaño, uno que otro tango atravesado y sobre todo se escuchaba la voz de Alfredo Sadel, cantante de moda para aquellas calendas, cuando se enamoraba con poesía.
El Metro de Medellín, cruzando la Unidad Deportiva.

Pasaban las horas y por las calles o atravesando las eras del parque, se iban viendo personas zigzagueantes, gritando que viva tal o cual partido; muchos por gracia de Dios se escapaban de ir a la guandoca, pero eran bastantes, los que amanecía allí. El asunto era que los cantineros para despistar a los gendarmes y no pagar multa, daban a la clientela licor en pocillos para el café o echaban en las gaseosas, sacando parte del contenido y depositando en ellas, tragos de ron. Lo cierto del caso, es que en el día de abstinencia etílica, eran más las libaciones, peleas, ebrios, hogares a punto de estallar, por no aguantar a un marido haciendo el oso imitando a Gardel.

miércoles, 22 de agosto de 2012

¡NOTÓ QUÉ TODO HABÍA CAMBIADO!

Mirando el ayer.

"El amor consiste en sentir que el ser sagrado late dentro del ser querido" (Platón)

Despertó una mañana y mientras limpiaba las legañas, empezó a notar que todo era distinto. Introdujo el aire a sus pulmones y extrañó que no le produjera tos, cómo los días anteriores. No escuchaba el ruido ensordecedor de las sirenas de los carros de policía, tampoco, la de las ambulancias. Abrió la ventana y observó que la gente se saludaba con apretón de manos, abrazos, deseándose los buenos días. Estaba anonadado. Pensó, que aún estaba dormido y todo era un sueño.

Se arreglo para salir, tenía que quitarse la duda. Nada podía ser cierto. Mientras caminaba lo iban saludando personas que jamás había conocido. Llegó hasta el parque en que estaba la iglesia; se encontraba abarrotada de feligreses vestidos para la ocasión: las damas cubiertas el cabello con las antiguas cachirulas o mantos bordados, las más jóvenes y, las maduras, con pañolones de color negro rematados con borlas; ninguna tenía escotes y las mangas de la blusa les llegaba hasta la mitad del brazo. Los señores, elegantes. ¿Qué estaba pasando? Miraba las esquinas de las aceras y sus ojos no encontraban a ningún ser tirado en el pavimento muriendo de frío, soledad y abandono. Los médicos pasaban raudos a atender a los pacientes; veía la manera en que los vecinos entre cambiaban alimentos, todos demostraban amor por lo que hacían ¡Me estoy enloqueciendo! No dejaba de observar la manera gentil de los jóvenes con los mayores; ayudaban a traspasar la calle a los ancianos, mostrando admiración y respeto. La música de las emisoras tenía sentimiento y poesía, se podía escuchar, comprender, atizando la llama del amor. Las flores multicolores, engalanaban los ante jardines encubiertas por frondosos árboles que nadie destruía. Los hogares se construían de parejas normales que sabían de responsabilidad, sin haber pasado por las aulas universitarias; era un don, heredado desde los recónditos ancestros. Las aves desplegaban sus trinos armoniosos por sobre la ciudad, hasta los oídos infantiles, para que la sonrisa brotara de los labios, que no sabían maldecir a los progenitores ¡Sí. Se había vuelto loco!
Anciana vendedora de comestibles.

Se devolvió sobre los pasos recorridos, hasta el hogar. Echó una última mirada hacia el infinito, en que la cordillera es absorbida por la bastedad del firmamento y entró. Empezó a desvestirse para nuevamente entrar a la cama; sentía el miedo pavoroso de que al despertar del nuevo día, las cosas ya no fueran lo mismo y que tanta belleza, volviera a la confusión de la realidad.

miércoles, 15 de agosto de 2012

TRAPICHES Y FRACES OLVIDADAS.

Centro del parque de Copacabana.

"El destino baraja las cartas, nosotros las jugamos" (José Stalin)

Los cambios de la vida, se pueden manifestar que son normales, pero a las personas mayores, les es difícil entender y lo peor aceptar. Por momentos llegan paulatinamente, más hay otros, que se vienen sin avisar al igual que visita inculta, es decir, de sopetón, cuando uno no se amarrado ni los pantalones; tiene unas legañas en los párpados de los ojos, igual a crispetas y cuando en la cocina no se había hecho ni el café para atenderla. Por allá en la década de los sesenta del siglo pasado, las cosas dieron un revolcón de padre y señor mío; de ese viraje, es que estamos padeciendo actualmente angustias y sinsabores que terminaron con la unidad familiar, núcleo esencial de la sociedad. Las trasformaciones son necesarias siempre y cuando vayan a favor de la comunidad, de lo contrario, son el caos.
Majín, personaje típico del pueblo.

Por los tiempos de upa (como decían los mayores, de algo muy antiguo), se veían por los caminos y las trochas, a recuas de mulas dirigidas por hombres de pelo en pecho, que hacían de la arriería, arduo oficio, un hermoso paisaje campesino. En las cabalgaduras movilizaban todo tipo de mercancías de pueblo en pueblo; atravesando ríos, llanos y montañas para cumplir con los encargos de forma cabal. Tenían la honradez como único motivo de vida, al igual, que el crucifijo llevado dentro del carriel. Se escuchaba desde lejos el arre mula, cuando iban llegando a los trapiches, cargando en las angarillas llevadas por los equinos, gran cantidad de caña dulce para la molienda, que se convertía en bagazo después de dejado su jugo en la paila hirviente, que al tomar su espesor, se transforma en la panela que surte a los hogares, para tomarse caliente o fría, para mitigar la sed. En una molienda, se esparce por el contorno, llevado por la brisa, el olor fragante del dulce puro, acompañado de notas salidas de tiples y guitarras pulsados por manos callosas y corazones honestos.

las formas de expresión en el común del pueblo, se han ido desapareciendo; son pocos los campesinos que las utilizan. Se han involucrado formas de hablar extranjeras a la parla, que no es más que esnobismo. Era común oír en el pasado: 'Puai', en vez de por ahí; 'cachiforiar', que era piropo o requiebro; cháncharos, por frisoles; 'calzonsingente', para manifestar que alguien era pobre; 'chiflar', por silbar; 'chiviar' montar en carros viejos; 'choto', algo abundante; 'chuchumeco', mueco o boquifruncido y chupe por pendejo, por tome por bobo. Se están muriendo los trapiches de inmensas ruedas movidas por aguas cristalinas, se silencian los bambucos y las cosas ya no son buenas, son...chéveres.

miércoles, 8 de agosto de 2012

EL REPARADOR DE TRAGANIQUEL.

Dados y billetes viejos.

"Solamente hay un éxito: Poder vivir la vida a tu gusto" (Cristopher Morley)

Nacen personas con un talento especial, para actividades común y corrientes. Es el caso del hombre qué en Copacabana, arreglaba los traganiqueles  o pianos como eran llamados aquellos aparatos, en principio, con veinte melodías pasando luego a 50 y por último 100, con que los dueños de las cantinas, atraían a los consumidores de bebidas espirituosas y que en el Sitio de la Tasajera (nombre con el que se conoció la antañona ciudad en un principio), eran centenares; unos, lo hacían por pasatiempo, algunos más, por compartir con los amigos, otros, por recordar a la mujer amada en las tonadas llevadas a los acetatos y una gran mayoría para adormecer las penas al emborracharlas con cerveza y aguardiente. Los fines de semana, los lugares, se veían inundados de personas de todas las calañas; había establecimientos en que sonaba música campesina para personajes que bajaban de la montaña; los especializados en tangos, para hombres citadinos y otros, con melodías del pasado, que era la gran mayoría. Nuestro personaje, caminaba de extremo a extremo la población, a la espera de encontrar en el recorrido, un aparato de esos que no estuviera funcionando; él seguía el camino con cierto disimulo, a sabiendas que a sus espaldas escucharía el llamado para la reparación ¡Y así era!
Lo que se encuentra dentro de un carriel antioqueño.

Con pericia innata, arreglaba en un dos por tres, el enfermo musical y los contertulios se llenaban de alegría. Volvía la normalidad; se escuchaban nuevos pedidos de licor, en frente del 'piano' personas y la faz del dueño resplandecía al ver el negocio produciendo pesos. Pero no sólo era bueno en esos menesteres. Le encantaba sentarse en las bancas del parque con un pequeño grupo a despotricar de todos y de todas. Para nuestro individuo, no existía dama digna de serlo, todas tenían su pecado y él, se lo conocía. Le manifestaba a los tertulianos con aire de superioridad: "mijo, para conocer lo que sucede en el pueblo, hay que trasnochar". Con tez morena, figura rectilínea y sombrero se le veía por cuanta tienda o cantina existía, siempre con un pocillo de café, que saboreaba, mientras miraba de soslayo a quien pasara, para hacerlo víctima de su lengua viperina. Fue de esos personajes que nacen en cualquier lugar, que uno no puede olvidar, admirado por su presteza u odiado, por la bajeza del comportamiento.

miércoles, 1 de agosto de 2012

EL ALQUILER DE BICICLETAS.

Añejo balcón aún conservado.

"Creemos, sobre todo porque es más fácil creer que dudar, y además porque la fe es la hermana de la esperanza y la caridad. (Alejandro Dumas).

Desde toda la vida Copacabana se ha distinguido por el aseo y buen mantenimiento de sus calles, por eso, se prestaban para recorrerlas montados en bicicleta. Para el común de los niños, les era imposible tenerlas, pero algunos padres, trabajaban en empresas de municipios vecinos; las adquirían para poder llegar a sus trabajos. Los hijos de éstos, en los días de descanso, las sacaban a relucir con la venia del taita, que muellemente acomodado en la cama, disfrutaba del asueto. Los otros, para poder darse el gusto y que no la poseían, tenían que pedirle dinero al progenitor, para llegar hasta el alquilamiento, -que con muy buen ojo de negociante-, había instalado Jesús Gallego "Chucho"; fuera de éste, no existía ninguno más. Al no tener competencia, el lugar se mantenía abarrotado de niños y hasta adultos, a la espera de encontrar una cicla libre y en buen estado. Al hallarla, empezaba la parafernalia de la montada: se marraba la bota del pantalón para no llenarla de grasa con la cadena, se quitaban la ruana, el sombrero, arremangada de las mangas de la camisa; se daba por los alrededores una pequeña vuelta, para comprobar el estado del aparato, y sí sé acomodaba a él, salía lo más campante a disfrutar de una hora de sana diversión.  
Viejo balcón en la calle del Comercio.

En principio, se daban vueltas por los alrededores de la población. Se paseaban para que las niñas, los amigos o los padres, los divisaran. Llegó el momento, en que alguien atrevido, se lanzó a la carretera que comunicaba con pueblos vecinos, algo qué se les había prohibido por el peligro que ello podía traer. Nadie se dará cuenta, era lo que mentalmente, se decían. Trepaban por la vía ardua y serpenteante de la exuberante topografía que enmarca la región. Se le veía fatigados en las subidas y como alma que lleva el diablo en las bajadas, apostando al que llegara primero al plan. Al llegar de regreso de la travesía y travesura, daban varias vueltas por el parque con aires de valientes, dándole a los pedales para atrás para que la cadena, saliera un ruido característico y con él, el sabor del triunfo. En fila india, llegaban al alquilamiento. Chucho estaba en la puerta, para revisar las bicicletas y cobrar el tiempo invertido y, ellos, juagados en sudor, con amplia sonrisa comentando la inolvidable azaña.