Cuando el milagro no se da.
"Después de escalar una montaña muy alta, descubrimos que hay muchas otras montañas por escalar (Nelson Mandela)
Caminaba quizás pensando en los huevos del gallo; en murmullo tarareaba una vieja canción, de esas, con la que se enamoraba a bellas mujeres tan recatadas y hacendosa de antaño. Algo le hizo voltear la mirada a un rincón, lugar preferido por personas incultas, que lo volvieron depósito de todo aquello que ya prestó servicio. Revolotean moscas de tamaño dos litros o sea, familiar; estaba acostumbrado a observarlas -las pocas veces que salía- montadas en pantalones viejos, corpiños, excrementos de animales y personas, tangas menuditas como un suspiro de moribundo; había de todo como en botica y para gustos variados.
Radio antiguo.
Algo fuera de lo común le cambió la rutina. 'Antos' (entonces) se detuvo, clavo la mirada absorta sobre San José, la Virgen y el Niño Dios, que estaban haciendo parte del vulgar lugar. Pobrecitos, los tres estaban en malas condiciones, pareciera que estuvieran haciendo fila a la entrada en las urgencias de un hospital: raspones, peladuras, cercenadas alguna de las extremidades, casi incognoscibles y, raro, siendo quienes eran, no habían hecho algo para salir del trance. Mientras dejaba atrás la dramática escena, analizó el caso. Se compró la estatuilla con el fin de remediar una mala situación. Posible. ¿Se le trajo para el milagro de sanar a un miembro de la familia? Podía ser. ¿La instalaron con bombillo de por medio, esperando trajera de nuevo al hogar, a aquel, que consiguió sucursal? Lo más seguro. La devota cómo que era bastante cicatera, exigente y al no llegar el milagro en pocos días, los miró y les dijo: cómo 'ño' moñito, no hicieron más que hacerme perder el tiempo; los cogió y con toda la fuerza, los lanzó desde lo alto de la ventana.