MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 12 de junio de 2013

CARROS DE BESTIA Y LOS MONTOYA.

Cambio de tradiciones
Por largo tiempo la innumerable familia de los Montoya, se dedicaron al transporte de alimentos y cuanto cachivache la gente de la población necesitaba transportar hasta el pueblo. En los carros de escalera cabía poco en el ‘capacete’ y lo peor del asunto, costaba más.
Los tenderos, buscaban a los Montoya y sus carros de bestia, para que desde Medellín se les trajera buenas cantidades de arroz, panela, frijol, lentejas etc. Por la carretera vieja –como se llamaba la única vía-, partían todos juntos en caravana. Las esposas y madres estaban en los fogones en las primeras horas del día preparándoles el café y algo de comer, mientras ellos, le picaban caña, les brindaban melaza y les acomodaban el arnés a las mulas, yeguas y caballos para emprender el viaje.
En fila india daban las vueltas del camino hasta hacer su entrada en la capital industrial. Llegaban a la plaza de mercado o lugares adyacentes en que existían innumerables depósitos que como botica, tenían de todo para surtir las tiendas de abarrotes de la población. Muy temprano estaban de regreso, con el planchón atiborrado de mercancía. Por el camino, de las viandas empacadas por los seres queridos, mitigaban los primeros llamados del hambre, que produce el trabajo duro, pero honesto. Los animales igual que los amos, conocían la travesía del recorrido diario. Sus músculos se tensaban con el peso, mostrando a cada paso la hermosura de la anatomía y sin reproches acortaban el camino de regreso a la querencia.

Los que remplazaron los caballos.
L
os dueños de los carros de bestia, deshacían el trayecto a pie descalzo, para aligerar de algún modo la carga del animal, aunque por ciertos sectores planos, se encaramaban sobre la carga, para encontrar un poco de descanso durmiendo con los ojos tapados por el sombrero, sin temor. Sabían que la bestia conocía el camino y no se apartaría ni un centímetro.
Conversaban poco. Eran hombres egocéntricos y de mal humor.
Germán, era de baja estatura, tal vez, el más pequeño de los hombres de la caravana con los carros de tracción animal. Pero a pesar del tamaño, era musculoso, de una fuerza descomunal, la que empleaba en la carga y descargue con gran rapidez y sin un lamento o reproche por el exagerado peso. Lo mismo era su caballo, movilizaba los bultos como si no los sintiera. Era, de gran tamaño, que sin ser un percherón, en muy poco se diferenciaba. El dúo, hombre y animal, siempre llegaban al centro de la población en primera instancia y eran los primeros en estar en la casa en el condominio de los Montoya en la vereda el Pedregal; no sin antes de lanzar fuetazos a los niños que querían montarse.    

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