MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 26 de junio de 2013

Y TODO CAMBIÓ.

Espejo de agua foto Horacio Castaño.
“Los parientes nos los da el azar, pero elegimos los amigos” (Jacques Delille).
Siempre se regresa a lo que se ama. Por cualquier motivo se deja la querencia y cuando ese momento llega, antes de partir, escapan lágrimas que ruedan por el rostro formando signos de interrogación ¿Qué nos espera más allá al abandonar el suelo que amamos? ¿Volveremos a ver los amigos qué hicieron partes de nuestras vidas? ¿Nuestros ojos se posarán algún día en las bellas mujeres que engalanaban con su belleza las viejas calles, el antiguo kiosco, las naves del templo? ¿Cuándo regresemos, encontraremos los espacios arborizados, los caserones en dónde dormía la nobleza enquistada a los antiguos moradores? ¿La plaza estará el domingo llena de mercaderes bajados desde la agreste montaña? ¿Las vacas y los caballos pastarán sin temor en las mangas circundantes? Tanta pregunta, hace que la salida, se vuelva conflictiva y acreciente el dolor que el alma no puede ocultar.
Con el tiempo se regresa y los crueles interrogantes empiezan a despejarse. Nada, nada está en su sitio. La visión con la que partimos, solo ha quedado en el recuerdo. Son muy pocas cosas las que quedan en pie, las demás las arrasó el ‘progreso’ y su pala criminal. Ya las casas de tapias con innumerables piezas para dar cabida a la prole, se extinguieron junto con los inmensos portones por donde entraba la amistad, el aire, la luz y el sol. La zona verde de los resistentes guayabales que hacían las delicias a la corriente de la quebrada, cayeron y se llenaron de pavimento y casas demarcadas.
Hermosa flor foto Luis Fernando Mejía.
La escuela de los viejos maestros, el inmenso patio de matas florecidas, la piscina en aquel rincón de la alegría, la pila en el centro amortiguadora de calores de medio día, le dio paso a la mole de cemento que una gobernante engreída en la política y el superfluo culto a la vanidad, tiró al suelo sin importar la historia. El teatro en que se pasaba horas deliciosas los domingos con películas de vaqueros, se colmó de escombros y en la soledad de las noches de seguro como fantasmas, se escucharán los gritos de la chiquillería y nada raro, un suspiro de mujer enamorada. Las cantinas, sus traganíqueles con los discos de 78 R.P. han fenecido y yacen cubiertos por el olvido. El presagio en la partida se hizo realidad y aquel llanto furtivo no estaba equivocado, todo habría de cambiar.   

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