MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

OH LOS ABUELOS

Campanario de la capilla de Santa Elena.

Para los que quieren cantar, siempre habrá una melodía a su disposición en el aire.” (Leonardo Boff)

H
ace tanto tiempo que esto sucedía, que el recuerdo que guarda la memoria es borroso y hasta miedo da, que se pueda decir embustes.
Los papás de nuestros padres, a quienes se conocen como abuelos, desde la metida de pata de Adán, eran unas figuras idealizadas por la recua de hijos que los fines de semana, días festivos, cumpleaños y con mayor presencia los diciembres, hacían aparición por todos los vericuetos de la casa paternal con la algarabía propia de los niños. El silencio del hogar de los dos viejos, se rompía en mil pedazos, como aquellas ollas de piñata. Se escuchaban regaños, gritos, carcajadas y hasta el fuete salía a relucir, para recobrar la calma. Esa propiedad en que las parteras, habían recibido entre frazadas y agua caliente a los primeros pobladores traídos por la cigüeña, era el pedestal de una estirpe de personas laboriosas y honestas.

Los ancianos abuelos eran el centro del amor de nietos, hijos y nueras. Los colmaban de besos, caricias respetuosas. Todos se reunían alrededor del patriarca a la espera de escuchar de su boca, la sarta de experiencias acumuladas en el transcurrir de las hojas del almanaque. No se escuchaba, ni el zumbido de una mosca. Contaba el viejo barón, de sus peripecias: de serenatas al pie de una ventana engalanada de flores, en que la más hermosa era la amada de turno; reía cuando mencionaba las locuras de juventud y lloraba al hablar la desaparición de sus padres; le ponía énfasis al valor del estudio, pues sabía que sin él, la vida se llenaba de obstáculos y les narraba con pasión, el instante en que había conocido a la esposa, la ternura y respeto durante el noviazgo y de aquel primer beso a escondidas. Todos a una, los abrazaban a sabiendas que 

Cecilia ante los deleites de navidad

allí, estaba el principio de una generación a quienes ellos debían amar y respetar. En ese tiempo, aún no se habían convertido en las mulas de carga, ni eran los tapa huecos de la irresponsabilidad.    

No hay comentarios:

Publicar un comentario