MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 12 de febrero de 2014

LA HOJA

Bella foto
Un poco más arriba de donde estaba y entre una arboleda estaba el nacimiento del agua, iba brotando en pequeños borbollones, que al cruzar por el lugar, iba  cristalino en forma de arroyo jugueteando con las orillas cual niño inexperto y travieso. Con un soplo inesperado del viento, desde el frondoso árbol al que se hallaba recostado, se deshojaron algunas hojas secas y una cayó con suave aterrizaje en el centro del arroyuelo, que quizás sin pretenderlo, inició en el instante, un largo y fatigoso viaje. Pensó él y lo comparó con el éxodo de la vida.
Por el caminito que le había servido para trepar la montaña, hecho por el trajín de pies descalzos y cascos de bestias, empezó a desandar puesta la mirada en la hojuela que aunque quisiera salirse, no encontraba el cómo. Cada centímetro descendido el cauce iba tomando fuerza; la golpeaba contra las piedras de las orillas, las zarzas o la introducía en oscuras cuevas en que vivían las arañas y de la misma forma la sacaba para llevarla nuevamente al centro del arroyo. Jugaba con ella. Así lo entendió y terminó por aceptarlo. Dejaba que la llevara plácidamente sobre el caudal, evitando así, ir al fondo de donde jamás saldría. Él observaba el espectáculo natural comparándolo con instantes de su vida; sudoroso brincaba obstáculos para continuar la contemplación de un instante ingenuo, pero lleno perspectivas, comparaciones y realidades. Pensaba que si alguien lo viera en esas andanzas, no dudaría en llamarlo loco y… ¿qué? No habían sido catalogados así, ¿los creadores de grandes inventos de la humanidad? Él no trataba de descubrir absolutamente nada, estaba observando y comparando.
En cada paso del descenso ambos crecían. Se desarrollaba su cansancio y la corriente en quebrada, con la llegada de pequeños afluentes que salían de peñascos, matorrales y arboledas que hacían ver la hoja tan minúscula que su visión, hacía esfuerzos para captarla y no perderla de vista. Cuando menos pensó, estaban en la desembocadura del río que cruzaba el poblado. Se dio cuenta que ya no la vería más.

Mucho cuerpo, poca cabeza
Entendía que la trayectoria era larga, para que aquella parte del árbol, que antes de caer empujada por el viento y en el verdor de su vida, había servido para la fotosíntesis adherida a la rama que le daba savia. Le echó una última hojeada, cuando iba dando botes sobre la cresta de las olas. El mar, aún estaba muy lejos. La vida comienza como un pequeño arroyo, nacido en la fresca floresta, a medida que transcurre, se vuelve violento al llegar los afluentes de envidia, odio, intriga, celos, ambición y miedos. El océano de la paz, se halla tan lejos, que se vuelve quimera.   


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