Teatro hoy bodega de escombros
Copacabana con sus
muchos años encima, no pasaba de ser un pueblo adormecido, casi olvidado por la
administración departamental; un villorrio al que llegaban alcaldes mediocres
que poco o nada hizo durante la administración. Sus gentes permanecían
soñolientas abrazadas a las costumbres ancestrales; trabajo arduo en los campos
y en el pueblo, a unas pocas factoría. Las mujeres dedicadas a los oficios
domésticos y unas cuantas a echar pedal en las máquinas de coser, en la
elaboración de ropa de trabajo. La diversión era casi nula, quizás por ello,
los rostros era huraños. En esa monotonía, pasaban los días que formaban años.
¿Algo debían de tener que los alegrara? Sí. El fútbol dominical y el teatro
Gloria todas las noches y las tres funciones los domingos: matiné, vespertina y
noche.
En el tiempo de la
niñez fue administrado por don Jesús Molina, rector de la escuela y más
adelante don Ramón Fonnegra. Llegó a
tener varios operadores el proyector de películas, toto, uno de sus hijos, el
“mister” y Horacio el cabezón, homosexual que jamás conoció el “sacrificio” de
ponerse un par de zapatos y quien tampoco se distinguió por sus encantos
físicos. Al pobre Horacio, se le venía todo el público en diatribas, cuando las
viejas cintas cinematográficas que llegaban en estado calamitoso, se reventaban
en el momento que el galán iba a besar a la bella doncella. Silbidos, golpes en
las bancas, ‘hijueputazos’ de los ayudantes de carros (plaga infernal); gritos
de “soltá la llanta”, queriendo decir con esto, que dejara quieto al muchacho,
que opinaban, podría tener amacizado. El embrollo se calmaba, cuando prendían
las luminarias por el temor de ser detectados de las personas de bien, que
acudían al grotesco espectáculo, en que las damas, se santiguaban horrorizadas,
prometiendo no volver nunca. Pero como de buenas intenciones están llenos los
infiernos, cuando en la cartelera anunciaban la película de Mario Moreno
“Cantinflas”, las filas se hacía interminables compuesta por distinguidos
señores y damas encopetadas, que querían solazarse un buen rato, aunque detrás
en la hilera, estaban los ayudantes de carro dispuestos a no perdonar al
‘cabezón’.
Antiguo kiosco de Copacabana
En esa sala de cine,
nacieron grandes amores y coqueteos voluptuosos que terminaban en las mangas de
la quebrada Piedras Blancas. Allí, se llevaba a cabo, los actos públicos de las
escuelas y el colegio San Luis en la entrega de libretas. Niños que salían
igual que la Dolorosa en un mar de lágrimas y quienes, abrazaban hasta el
perro. Grandes cantantes de la época, dejaron plasmada su huella sobre el
escenario: Andrés Falgas, Olimpo Cárdenas, Julio Martel, Amparito Jiménez y
otros más, que hicieron suspirar a una generación de parroquianos, que se
acostaban temprano para madrugar a trabajar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario