Aureola al amanecer
Siempre habrá la
disyuntiva entre el pasado y el presente. Los que opinamos de lo hermoso del
ayer y, quienes juzgan de las maravillas del hoy. Se nos llama cavernícolas por
vivir añorando ese tiempo que se fue, llevándose en el transcurrir hasta el más
mínimo de los instantes simples, que embellecían la existencia. Se quedaron
colgados en el almanaque, los hogares establecidos bajo las leyes del amor
sincero, la responsabilidad y el decoro. La unidad familiar, se fue muriendo de
rodillas, apedreada por la ignominia y la degradación, matando el soporte de la
sociedad quedando al garete, yendo sin rumbo fijo, sobre olas de crueldad, sin
ancla, capitán y sin puerto.
Los bellos amaneceres
con azul infinito, brisa respirable, el verdor de las montañas surcadas de
árboles, embrión de nacimientos de aguas que serán quebradas y ríos, que darán
profundidad al mar. Agua, creadora de vida. Los cielos inundados de aves,
mariposas zigzagueantes de colores sobre la claridad del firmamento; fieras en
las madrigueras amamantando las crías en la espesura. La naturaleza cumplía su
mandato y el hombre acataba la soberanía. Llegó el momento en que las
cabañuelas no encontraron sustento y los campesinos perdieron el rumbo para
cosechar. El globo terráqueo sentía que estaba siendo herido por la
descompensación y el bello azul que lo cubría iba desapareciendo.
Banquete para Gustavo
De las montañas, se
esfumó el verdor para darle paso a tejas, ladrillos y cemento de urbanizadores
voraces cambiadores de árboles por pesos, mientras la fauna retrocedía en
desbandada; los surcos en cristales policromos de ventanales sin paisaje. La
mar en fuertes oleajes, resoplaba airada por la contaminación de sus aguas, los
ríos salen de cauce, para tomar venganza por la usurpación de sus riberas despojadas
de vegetación. El rechazo de la naturaleza contra la avaricia del hombre, está
anticipando el apocalipsis. El dinero no inflará las arcas de los bancos,
rodará por la oscuridad del vacío.