Amor por lo alto
Cuando se ha transitado
mucho por el galimatías de la vida, es imposible, no estar colmado de
recuerdos, que aunque no se quiera, piden salida del sarcófago del tiempo,
revivir de las cenizas, igual que el ave Fénix trayendo en sus fuertes garras,
el pasado de ilusiones hasta el hoy de realidad. Muchos, son delicados igual
que brisa matutina, que refrescan el alma como un bálsamo paliativo, sobre los
cuales se quisiera descargar la averiada caparazón del cuerpo y en un abrazo
idílico, dormirse cual dos amantes en un éxtasis de amor. La contraparte son
los instantes amargos igual que el ajenjo, al absorberlos en la copa de la
vida, embriaga la existencia nebulizando las lágrimas, en finos cristales de
amargura. Esos, son sepultados para siempre, para que la placidez de los años,
no sea estropeada y pueda balancearse en la hamaca del reposo, en el atardecer
cuando el sol declina en el horizonte.
De los que vienen
perfumados con esencias de ángeles, como aquel de la Primera Comunión; esperada
con la melena revuelta, el bolsillo lleno de bolas de cristal, zapatos raspados
por el trajín de juegos alocados, queda hirviendo en el túnel de la añoranza,
la alegría al ver caer en mil pedazos la olla de barro de sorpresas, colgada de
una viga de la que sólo quedaba el lazo, mientras por el suelo, rodaban los
confites, carritos, muñecos y soldaditos de plomo de mil colores.
Perdí mi patica
Llegaban de los cuatro
puntos cardinales, estampitas con el rostro de la Virgen, con leyendas alusivas
al instante glorioso; envuelto con curia por manos delicadas, aparecían el
dominó, las loterías, la pelota de números, con la respectiva leyenda de
dedicatoria en una caligrafía hermosa de perfil y grueso, que parecía escrita
con la mano de un querubín queriendo hacer parte de la festividad hogareña.
Esos instantes
sencillos vividos, son la brújula que marca el derrotero de la existencia, los
que empapan el alma de fragancia y son pilares en que se apoya la vejez al
percibir sus caricias.
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