MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 3 de junio de 2015

CASTILLO DE LA PAZ


Mujer del aseo

Se era bien pequeño, cuando el padre llegó una tarde de su trabajo, trayendo en el rostro enmarcado la felicidad; no era para menos, había adquirido con ahorros un lote en las afueras de Copacabana, donde construiría para la familia una casa, un hogar. Quedaba en una parte alta, rodeado de unas cuantas casas de la familia de los Gómez y más arriba condominio de los Montoya. La porción de tierra quedaba a orillas de la carretera, arteria que unía a la capital con el poblado y de éste, con la costa atlántica, de ahí, el constante tráfico que circulaba noche y día, pero a pesar de ello, el ambiente campesino era encantador. En la base de la montaña los árboles frutales atraían los pájaros, quebradas pequeñas descendían en torrentes de aguas limpias, cerca ondeante cruzaba el río por entre cañaverales y cañadulzales y espigados sauces que jugaban con la brisa; a pocos metros brillaban las paralelas de los rieles que soportaban el peso abrumador del tren, que pasaba raudo, dejando detrás la humareda como un recuerdo blanco, que se diluía entre la alegría y la nostalgia.
Diagonal en que quedarían las esperanzas del nuevo hogar, estaba el trapiche, que endulzaría las noches de molienda y se escucharía en la oscuridad, el lamento de la caña al pasar por el molino, mientras en las pailas hervía el sumo a borbollones como una lava dulce, revuelta por hombres con el torso desnudo y sudoroso. 

Músicos callejeros en el parque de Santa Elena

Todo aquel ambiente, hacía presagiar un futuro esplendoroso para el contexto familiar y premio al tesón del viejo patriarca, que añoró siempre un refugio propio para los seres que amaba. Paso a paso, con grandes esfuerzos, el castillo fue tomando forma. Cada fin de semana, nos dirigiríamos en caminada llevando viandas para ver los avances de la obra; se pasaba el día inundados de alegría imaginando los lugares en que quedarían los enseres que llenarían los espacios. No podía faltar el rezo de gratitud. No fue una ilusión, allí se quedaron para siempre los recuerdos de una época feliz.      

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