Historia de lo que ya no es.
La mirada se posaba
sobre las laderas de la empinada montañas, extasiándose sobre la blancura de la
habitación del campesino, allí, dónde reposaban los ancestros, cobijados en la
ruana, la hidalguía y la belleza pulcra y fiel de sus hembras. Un remanso de
paz aferrado a la tierra, paisaje y laboriosidad. No tenían contacto con la
superficialidad, las arandelas siniestras de la lascivia, eran seres creados
para vivir al natural; los sueños y las oraciones, se marchaban al alba unidos
en el humo encasillado en la chimenea cuando en espirales, salía a buscar la
inmensidad. Por las alcobas rondaban los espíritus del bien atados por hilos
invisibles de humildad y señorío, que salían al crespúsculo al corredor
enchambranado, a ver morir el día bajo la luz mortecina de un candil, el
revoletear de las luciérnagas y los aires melancólicos del tiple viejo,
ejecutado por las manos callosas del patriarca, que a sus acordes, extraía con
nostalgia, el valor impecable de su raza.
Fueron apareciendo los
giros violentos del entorno, con ellos, la degradación, la ignominia y a la par
los proxenetas disfrazados de altruistas vendedores de turismo ecológico, que
despojaron del espléndido lugar decorado de orquídeas, azaleas, bifloras, que
crecían al amparo de frondosos siete cueros y arrayanes las sanas costumbres,
el carriel con sus bolsillos secretos en que se guardaban la honorabilidad de
toda una estirpe.
Monumento de la raza antioqueña.
La paz conventual que
rondaba por el caserón, forjado con la argamasa de ternura, amor y barro pisado,
se despidió con llanto; apareció el bullicio, el sexo insaciable; se descolgó
el cristo de la pared, el carriel de nutria, la ruana, los cuadros de los
ancestros, para darle cabida a las bacanales; la orgía ignora que aquel lugar
fue templo de virtud, mansedumbre, castidad y refugio de la familia forjadora
de grandeza. Ya las aves no anidan en la copa del frondoso árbol, para que los
pichones, no se contaminen de corrupción, el bambuco canta sus nostalgias a la
vera del camino en desbandada buscando refugio, los insignes antiguos moradores
huyen a habitar cloacas en la ciudad a ver morir su hidalguía.
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