En compañía del amor
Recorría el pueblo y
sus veredas; la vestimenta, era más que sencilla, parecía un disfraz: pantalón
y camisa de un grueso dril y no un dechado de aseo, una bota del calzón a media
pierna, la otra a ras del piso sobresaliendo unos enormes pies que jamás
sintieron el maltrato de unos zapatos o por lo menos unas sandalias de cabuya,
de usanza entre los campesinos; del hombro, llevaba siempre, una mochila echa
de fique donde guardaba algunas cosas personales, entre ellas, unos tabaquitos
llamados “calillas”, que de vez en cuando fumaba con la candela hacía dentro de
la boca; al hombro, cargaba un azadón, instrumento de labranza con el que se
ganaba la vida desyerbando en la zona rural y en ciertas casas del poblado,
para completar el atuendo, sobre su ensortijada cabellera, no faltaba un
sombrero recortado en forma de hongo, que cubría en parte el rostro moreno de
Tirsio, al verlo, daba la impresión de ser un bobo de remate.
La opinión cambiaba
cuando se lo veía cuadrar un chico de billar. Descargaba cuidadosamente los
utensilios que lo acompañaban, entizaba bien el taco, le echaba talco, lo mismo
hacía en las manos; con una sonrisa entre burlona, empezaba hacer carambolas de
todo tipo y cómo para no asustar al contrincante y ganarse su confianza para
otro juego, perdía muchas tacadas. Sobra decir, que se marchaba para la casa,
con sus buenos pesos, ganados explotando la cara de bobo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario