El trompo
El hermano mayor le
había entronizado desde muy pequeño, el gusto por la música cubana, de la que
sobresalía la Sonora Matancera dirigida por Rogelio Martínez y su pléyade de
cantantes. Hasta ahí todo era normal; el problema comienza en que, el entorno, era
hostil a todo lo que no fuera melodías antiguas, rancheras, tangos, lo mismo
que aires campesinos. La gente del condado se enteró de la adicción a la
marihuana del “jefe” Daniel Santos y se imaginaban que todos eran lo mismo y
que el que siguiera o gustara de aquella música, era un degenerado y
pervertido, de inmediato se le colocaba el Inri. Él, como joven rebelde, empezó
con su grupo de amigos, a ir cambiando las costumbres de un pueblo anquilosado,
llegaron los zapatos apaches de 2 colores, camisas estampadas, pantalones
anchos y el disfrute de las guarachas.
En Copacabana, se les
veía como una plaga que podría pervertir a sus hijos. El hijo de don Francisco,
todo un patriarca, era el marihuanero más grande que cruzaba las calles, las
madres escondían a sus hijas, para evitar contacto con el degenerado; cuando en
el equipo hacía gambetas y jugadas salidas de lo normal, se escuchaban voces:
“Son los resultados de la traba.” Duro era la situación, pero aprendió de los
padres el poder de la personalidad y que cuando la conciencia no tiene de que
acusar, se debe dejar correr el mundo, sin el temor del que dirán. Hoy se
recuerda ese capítulo de la vida y una sonrisa se escapa.
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