Cuando se recibe el Don de Dios, de llegar a
bello hogar, es la dicha más grande. Desde que se abren los ojos, ya se está
disfrutando de placidez y encanto. La mirada se encuentra con un bello rostro
de mujer engalanada de ternura que con mimos te alimenta y en cada gota, te
traspasa amor, delicadeza y sentimientos altruistas que serán la coraza en el
transcurrir del porvenir. Los requiebros engalanados de besos, son el inicio de
una personalidad sensible, que dará sus frutos dulces con el transcurrir del
tiempo. Sentirse acomodado en los fuertes brazos de un padre responsable, es
estar mecido en la cuna de los ancestros, abrigado por la hidalguía y sostenido
por el honor. ¡Bello inicio de una vida!
En el hogar se van aprendiendo las normas, que te
trazan una alameda de respeto para los semejantes, sin preguntar el estrato
social, menos el color de la piel. Se aprende a dar a quien toca la puerta y
mandarlo a entrar y sentarlo a la mesa frente a un plato humeante, entre charla
y anécdotas de dos mundos diferentes, que tendrán un fin igual. Partida de
abrazo amigable con un costal que lleva, cantidades mínimas de fraternidad a un
hogar que espera el regreso, de quien partió sin rumbo fijo, con las manos
vacías, dejando atrás una familia que duda de la caridad. En ese lago
tranquilo, se infunde respeto por la ancianidad. Se enseña, que ellos, con
fuerza motriz, crearon de lo que ahora se disfruta; que los caminos se abrieron
a golpes de hacha y de tanto recorrer los mismos senderos con las recuas de
mulas. Que los pueblos surgieron al amparo de los descansos de la fatigosa
jornada. Que la música brotó en el cascabel de las aguas de la quebrada, que
cruza la infinita montaña bajo el verdor de árboles, plantaciones de café y
rezos de Ángelus. Que los amores estaban guardados en la secreta del carriel,
en la foto y carta de la morena de trenzas, que espera el regreso allá detrás
de la montaña con la paciencia de una santa. Se inculcó, que un anciano, es la
estampa venerable del abolengo.
Ese sagrario engalanado de bifloras, palmas,
helechos, margaritas, anturios y rosas rojas; se vuelve la guía de toda una
vida. Antes de cometer un error, se piensa en aquello dos seres que imprimieron
con el ejemplo, una cartilla de respeto y honorabilidad. Todo impulso en
dirección a la bajeza, cae de rodillas ante la férrea enseñanza de hacer el
bien. Nada, ni nadie, pueden derrumbar el pedestal construido en el interior
del cerebro matizado con frases de amor.
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