La ternura
LOS PADRES EN EL HOGAR.
A la gente no le gusta que se hable de las
bellezas del ayer. Retrógrado, estancado y mil apelativos más, se le indilga a
quien trae historias de un tiempo que se fue.
Pero cómo no evocar la distribución familiar. La
pareja que se había unido por el vínculo del matrimonio, permanecía unida hasta
el último suspiro de vida. La meta no estaba plasmada solo en la sexualidad o
en las “maromas de alcoba” de que habla elbacerestrepo. No, estaba lo sublime
de un amor; la formación de un hogar con respeto y responsabilidad; la espera
larga y amorosa de la llegada de los hijos, que se forjarían en amor a Dios,
las buenas costumbres, enseñanzas de honorabilidad, dedicación al trabajo
honrado como fuente de ingresos y, serían suyos, de nadie más. No descargarían
las responsabilidades en abuelos ancianos o el primer vecino o la tía
alcahueta, que no puede faltar.
La crianza del niño, tiene que estar matizada por
la dulzura y delicadeza de la madre para que en el corazón infantil, retoñen
los sentimientos nobles que jamás lo abandonarán en el duro batallar y a esto
se le agrega la fuerza abrazadora y amorosa del padre, ésta crea el carácter
para que pueda enfrentar sin temores un mundo cada vez más egoísta.
No son buenos, ni los Matriarcados ni los
Patriarcados en orientar las responsabilidades de una nueva generación.
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