UNA ACTUACIÓN
Un canto a la vida se debe hacer
diariamente, lo que se tiene es lo que se ha buscado. Recordar el pasado es la
manera de saber los cambios ejecutados en el transcurrir de las hojas del
almanaque; es compararse con aquel que inició el recorrido lleno de ilusiones,
ese, que veía el horizonte plagado de arreboles, el mismo, que creía que la
supervivencia era una danza sin límites, al amparo de luna llena. Aquel soñador
empedernido ansioso de atrapar la ‘belleza humana’ en un crisol, para forjar
cadenas hermosas de paz con chispitas de besos, que centellearan iluminando la
tierra, para que el más sufrido de los mortales, encontrara su oasis. No se
puede negar que durante el recorrido, se han hallado a la vera del sendero,
lugares de infinita perfección, matizado por sombra exuberante en la arboleda
de sentimientos altruistas; se ha topado con corazones iluminados de
filantropía en busca de disipar el dolor dejando notas acariciadoras
refrescantes y de fe, que disipan en algo la desigualdad. De pronto se vio en
la mitad del recorrido, limpió el sudor de la frente, se tendió cuan largo era
para tomar fuerzas antes de reiniciar la marcha.
¡Dolor! Empezando el caminar del atajo
de la segunda etapa, los pies se golpeaban con atascaderos. Muchas veces cayó
de bruces, sentía incapacidad para levantarse, más no faltó una mano piadosa,
que sirviera de palanca. Cuantas más, la rebeldía lo quería impulsar contra
todo, la noche traía reflexión con capacidad de análisis, las aguas se
disipaban, la paz hacía que se volvieran verdes ¡Angustia! El vientre se
convirtió en cuna de indeseados; las muñecas se cayeron de los repisas en las
piezas de las niña y tomaron vida corriendo a parar a invadir la paz de los
abuelos. La turbación le dejó ver, que el punto de llegada estaba cerca…
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