MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 29 de marzo de 2017

LA SIMPLEZA


CIENCIA EN LA CALLE

Cuando todo era tan bueno, por aquello de lo sencillo y por aquella época en que, el aire era respirable, sin toz, entraba a los pulmones refrescante; los árboles rodeaban las calles de los pueblos, eran las urbanizaciones de las aves, protectores de columpios y sombra del caminante; se jugaba hasta con un palito untado de caca. Salía de la imaginación de los niños o era enseñanza de los padres, juegos que unían, se hacían amiguitos, despertaba la entelequia expandiendo neuronas sin límites, eran como artificies de paz que se prolongaría en el espacio.
Fueron muchos los juguetes que disipaban el transcurrir del tiempo. Existió uno que adormecía la inocencia, estirando la imaginación. En las máquinas de costura se usaba el hilo Cadena, envuelto en una carreta de madera, también en el hogar para zurcir las medias. Pues bien, cuando llegaba vacía a nuestras manos, le hacíamos muescas a las ruedas; a un lado un pedacito de vela adherida al hueco con un caucho y éste al lado contrario con un alambre, estaba construida la hermosa catarpila, que al darle vueltas al cucho con el alambre echaba andar. El alma se iba rodando y hoy aún se quiere ir tras ella.
 


miércoles, 22 de marzo de 2017

R. C.


LOS ÁNGELES MARCHANDO
R.C.
    En los finales de la década del 50 y principios del 60, hicieron aparición dos Quijotes modernos en la tricentenaria Copacabana, que se dejaron llevar por los sueños. Querían hacer del adormecido poblado, un despertar a la cultura. ¿Y qué mejor forma, que una estación de radio? Se movieron con tesón de hormigas. Motivaron al cura para que se apropiara de la idea. El padre Bernardo Montoya, les creyó y pronto estuvo ante el Ministerio de Comunicaciones, sorteando la burocracia estatal, encontró la aceptación de una licencia para que Copacabana contara desde ese momento con su emisora. Alberto Giraldo y General Tobón, saltaron de la dicha y sus sueños se hicieron realidad. En el dial de los receptores en el hogar de los sitieños en los 1.560 kilociclos, había quedado instalada RADIO COPACABANA, que un día de 1960 a las 4 de la tarde, dejó oír como inicio de transmisión el himno nacional. Algún tiempo después, apareció un muchacho lleno de ideas y con el deseo inmenso de hacer conocer su pueblo. Miguel Ángel Cuenca, se hizo cargo de la dirección artística. Siempre se le veía sentado frente a una antigua máquina de escribir. Libretos vienen y van para que todo se moviera con organización. Como amante del folklore patrio y músico él, no podían faltar presentaciones en vivo de grupos de cuerda, que los radioescuchas saboreaban en sus hogares.
La emisora tenía en principio sus estudios, en el segundo piso de lo que se llamó Casa Consistorial, ubicada al costado occidental del parque principal. Desde allí se transmitía después que el reloj de la iglesia daba las cuatro campanadas en el campanario. Los primeros locutores de planta lo eran General y Miguel, quienes se turnaban hasta la finalización que no se excedía de las 10 de la noche. Al poco tiempo, nos involucramos en la odisea radial, otras personas, entre ellas, Juan Fonnegra; hacíamos nuestros propios libretos, para un programa de media hora de comentarios de éxitos musicales, con temas que nos brindaba desde la Voz de Antioquia, Hernán Restrepo Duque, primer comentarista de discos del país. Marchaba todo bajo rieles, hasta que la administración municipal, pidió el espacio. 
La mano amiga del padre Bernardo Montoya, nos cedió un lugar en la sacristía. Allá fuimos a dar. Aparecieron programas dedicados a la poesía, a tangos, a música colombiana, grupo de teatro costumbrista y algunos de opinión. La emisora empezó un trasegar por diferentes casonas antiguas hasta ser su ubicación definitiva el palacio municipal en el cuarto piso; fue una época brillante en la que don Guillermo Llanos técnico de R.C.N, se involucró con amor a  la estación con su sabiduría. Un día, que los luchadores primitivos por causas diferentes, se alejaron, las ondas se fueron apagando…y murió. Salió del aire, pero dejó una estela de inquietud en las generaciones nuevas que llenaron a Copacabana de cultura. Hoy nadie recuerda aquellos Quijotes…




miércoles, 15 de marzo de 2017

EL MORRO DEL ANCÓN


LA BOLSA EN DESCANSO

Había escuchado siempre durante la infancia, aquel mito, ficción, fábula o leyenda, que llegó a soñar estar en la cresta de aquel ramal de la montaña, que iba a morir a los pies del río. En el sueño, se veía junto a la gallina con los pollitos, que daban visos con el reflejo del sol que encandilaban sus ojos; los rayos caían perpendicularmente ante el ave y sus pichones bañados con el metal precioso del oro. El sueño lo extasiaba, no intentaba moverse para no espantar el espectáculo, que la creencia ancestral, había recorrido desde tiempos inmemoriales atreves de la historia hablada. Aquella leyenda era normal escuchar en boca de ancianos y campesinos de barrios adyacentes del Morro del Ancón, último pedazo de la cordillera que cierrra de un ‘tasajo’ el valle. Aquella invención la escuchó estando muy niño, de boca de un anciano de ruana, carriel, descalzo y tabaco en la boca:  
“Eso de noche clara, es decir, con luna llena era muy bonito. La gallina junto con los pollitos eran de puro oro y salían de una cueva a buscar grillos y lombrices pa’ comer, si sentía pasos de personas se volvían a esconder en el socavón oscuro, no volvían a salir, era como si supieran que los humanos somos malos y ambiciosos. Han sido muchas las personas que emprendieron la subida al morro, tratando de llenarse de plata. Unos dicen que son apariciones pa’ que se encuentren un entierro indígena que hay en la montaña y otros que eso es una mentira; lo cierto de todo, es que yo lo oí del abuelo, tal como se los cuento.” Desde el alto en que estaba el hogar, en noches irradiadas por la diosa de la sombra, con sonido de chicharra incluido, no dejaba de mirar hacia aquella elevación para detectar algún color amarillo en movimiento. Aún no sabe si aquello era un invención o la realidad.  
   



miércoles, 8 de marzo de 2017

¿QUÉ PASA CON LOS NIÑOS?


PRIMERA COMUNIÓN

“La primera infancia es fundamental en la existencia de cualquier persona, pues con base a lo que experimente en ese periodo se sustentará en su vida posterior.” De eso es lo que se debe aferrar el cardumen humano para entender el mal que se hace a una criatura que ha llegado a hacerse un nuevo habitante de ésta circunferencia azulada, cuando por la vileza, se le descorre el velo blanquecino de la inocencia. Un niño que aún conserva el olor a pañal, no tiene por qué recibir de los padres el “premio” de un condón o llevarle a la casa, la niña prepago que visita los apartamentos vehículo transportador de enfermedades y el empiezo del cansancio en la existencia del infante, cuando aún sueña con cometas que se campean por el firmamento. Están en la etapa en que buscan establecer relaciones afectivas con otras personas; buscan cualidades de comunicarse en distintos cambios   y proteger de modo especial ese citado lapso en la que tienen lugar importantes situaciones como estas:
-Se establecen lo que son las capacidades para crear relaciones afectivas con otras personas.
-Se fomenta e impulsa lo que son las cualidades comunicativas en sus distintas variantes. “Se desarrollan habilidades básicas tales como la motricidad e incluso el lenguaje.
-Se dejan claras y firmes las bases en cuanto a valores como la tolerancia, el respeto, el esfuerzo, la solidaridad.”
Se llena la mollera de preguntas estúpidas con respuestas iguales, que en vez de bridar salidas, atropellan en una confusión sistemática, que hace tanto daño como derrumbe en barrio de invasión: ¿Por qué las balas perdidas, siegan la vida de los niños? ¿Por qué, abuelos, tíos, padrastros, vecinos y hasta los padres abusan sexualmente de las inocentes criaturas? ¿Por qué los educadores lascivos hacen chantaje de una profesión en la que antes, eran igual que segundos padres, para infringir la belleza de la castidad? Se perdieron los valores, por hacer reinas o modelos; no se puede perder tiempo en evaluar principios, el dinero llega en un jugador de fútbol o en alguien que con el traqueteo embellezca el ambiente.  
 


miércoles, 1 de marzo de 2017

PIEDRAS BLANCAS


CULTURA SINÚ

Aquel torrente que era convertido en serenos charcos, era el lugar amable, ecológico de encuentro de la niñez en Copacabana, por allá en la década de los 50. El caudal venía enquistado desde la montaña, por entre sembrados de caña dulce y caña brava. La apariencia al primer golpe de vista era la de un río por la cantidad y fuerza de sus aguas. Pleitos con la capital, mermaron la fuerza del arroyo y aun así, continuaba siendo el deleite de los párvulos. Las piscinas naturales casi siempre estaban rodeadas de enormes piedras albas, que eran los trampolines desde donde se lanzaban las inocentes criaturas, que no entendían que era futuro y mucho menos lo que los mayores llamaban sufrimiento. La margen derecha, era la cuna de guayabales que servían cual aperitivo antes de zambullirse en la profundidad acolchonada de arenilla; la de izquierda, sombreada por árboles que daban descanso a las vacas de don Ramón Ríos, llevadas a pastar todos los días después del ordeño matutino.
A aquellas piscinas originarias, se les iba poniendo nombre según el punto sobresaliente en el contorno: Charco Azul, Charco Verde, Charco Piedra Etcétera. Quedaba corto aquella extensión para corretear evitando que se nos fuera “pegado la chucha”, aquel juego sociable, que brindaba alegría y conducía impecablemente a un castigo, por ser culpable de raspones en las rodillas, codos y hasta en la cabeza. Cuando cansados se estiraba el cuerpo al sol, la mirada observaba a un hombrecillo taladrando la tierra y dentro de la cueva una batea en movimiento giratorio, buscando chispitas de oro, por eso, todos lo conocían como Come Tierra o, más allá por el camino, una figura rechoncha, mirada maliciosa, sombrero hongo y con más remiendos que una trapeadora, el inolvidable Magín. Hoy, es una corriente moribunda encerrada por casas que le robaron su espacio, tal vez esperando que la quebrada recobre lo que le fue suyo.